Creación de un presente poético

Carlos Bleichner Delgado

Abramos con una canción: https://www.youtube.com/watch?v=1aHIIWrh3WE&list=RD1aHIIWrh3WE&start_radio=1

En la Universidad Nacional de las Artes, de Buenos Aires, en la carrera de licenciatura en actuación, parte de la bibliografía de cátedra de Silvina Sabater de los 3 primeros años de actuación es: “Zen en el arte del tiro con arco” de Eugen Herrigel. En la cátedra de Guillermo Cacace, de actuación 4, leíamos poesía; y lo que vaya surgiendo y vayamos descubriendo como necesidad (Marosa Di Giorgio, por ejemplo). Qué revolucionario leer por impulsos que detonen el aquí y ahora. Qué belleza la de poder elegir. ¿Qué leemos? ¿Cómo leemos? ¿Elegimos? Pienso que leer lo que me da Facebook, no es elegir del todo; tiene sus propias convenciones.

Resalta la dificultad de teorizar/escribir sobre un objeto de estudio tan complejo y dinámico, como es la actuación. Por consiguiente, se recurren a textos que, sin hablar de la actuación misma, hablan de la actuación misma. Lo lindo, es que no la precisan. No la definen. ¡Qué aburrido delimitar un potencial tan salvaje!

Entrenando la actuación, nos vamos dando cuenta que, si buscamos organicidad/transformación íntegra (no sólo física/gestual/formal) en nuestras actuaciones; la “conducta social”, las “convenciones sociales”, delimitan, apresan, encajan y matan el potencial de la singularidad de los vínculos entre seres humanos. A esta singularidad emancipada de convencionalismos, el amado Guille Cacace llama: “creación de un presente poético”. ¡Qué difícil habitar el presente! ¡Qué complejo CREAR! Muy distinto a reproducir lo instituido. Las convenciones reproducen. ¡Qué poco satisface un saludo de puño, un saludo cortés; cuando quiero comerte a besos, cuando quiero que me cuentes cómo has estado últimamente, cuando necesito que te metas en mi cuerpo y meterme en el tuyo, a través de una conversación, unos silencios cómplices, unas rupturas de convenciones, unos lenguajes inventados, unos cuantos límites diluidos por la necesidad de encontrarnos! Qué abismante dejarnos ver en nuestras singularidades descubiertas, algo pudorosas a veces; y no mostrarnos/ocultarnos en convenciones sociales inhibidoras.

Esto que nos pasa en la actuación nos pasa en la vida cotidiana.

Después de analizar esto. ¿Cómo lo hago práctico en el cotidiano? Hay lugares donde patear el tablero puede ser un suicidio; cagarme en las convenciones es ridículo. Ni qué hacer, no somos superhéroes; y me atrevo a decir que seguramente esos lugares, al estar tan predefinidos, no deben tener tanta importancia. La máquina no percibe; va a darle al mismo ritmo, estés o no. Ombligo a la columna entonces con esos lugares, mejor no hablemos de eso. ¡Habiendo tanta belleza en la que enfocar! El momento en que el espejo me pide una mueca, cuando me aflojo la corbata, cuando la camisa se deschaveta para almorzar, el momento en que me invento una palabra o puedo inventarte un juego; el momento en que miro a los ojos y me pierdo, ahí donde no necesito hablar ni saber; en esos tiempos/olores: estoy creando un presente poético. Un poco de justicia hago a nuestros salvajismos atados. Demos más campo a esos momentos/madrigueras, íntimas, acobijantes, impredecibles, arrojadas, pequeñas; pero gigantes en acontecimientos. ¿Cómo infiltro este placer cuando voy al banco? ¿Dónde percibo en la piel un aire que permita aventurar un guiño? Una de esas experiencias vale para seguir olfateando otras; seguir contagiándonos disrupciones sensibles. Entonces, ¿por qué seguimos esperando que nuestros papás, nuestras parejas, el “camba” de la película, el director, se comporte según la convención dicta? ¿Por qué no apostamos a cumpleaños sin torta? Festejemos más días y soplemos deseos al oído. Bien cerquita.

Me permito desnudar una certeza, con cierto pudor: no queremos hacer locuras, no queremos ser originales; queremos amarnos/encontrarnos en libertades.

La pelota está en el aire.

El autor es actor.