Entrevista por Andrés Huanca Rodrigues
Sergio de la Zerda conquistó su reconocimiento en la ciudad de Cochabamba como un periodista con mirada moderna -tres veces ganador del Premio Nacional del Periodismo- y una militante preocupación por el ámbito cultural, siendo en ese sentido uno de los creadores del ya establecido suplemento cultural La Ramona, único en su tipo y categoría en estos extraños tiempos en Bolivia en los cuales el arte emerge de una crisis. Fue así que, bajo este perfil, con un nuevo rostro en la política, con inclinación a la izquierda, fue electo asambleísta departamental por Cochabamba con el Movimiento al Socialismo (MAS), comprometiéndose a un distinto tipo de gestión con proyectos aunque necesarios poco usuales, como la Cinemateca Departamental, en el contexto de la espera de la Llaqta por un nuevo movimiento que la saque un letargo que aún la atasca. Lo contactamos con Abya Yala Tv para conocer su criterio como parte del gremio periodístico, pero también autoridad electa, del reciente debate sobre los medios de comunicación en Bolivia y su labor en la administración de lo público en Cochabamba.
Andrés Huanca (A): Vemos que la crítica de la población al trabajo de los medios de comunicación es cada vez más abierta debido a una muy cuestionable rigurosidad periodística y en algunos casos a la amplificación intencionada de información falsa que circula en las redes sociales. Incluso el Viceministerio de Comunicación recientemente organizó un encuentro entre medios de comunicación para debatir esta problemática. Apelando a su perfil de periodista, ¿cómo usted analiza la situación de los medios de comunicación en Bolivia?
Sergio de la Zerda (SZ): Es una situación penosa. A la precarización del periodismo le ha seguido la cooptación de buena parte de este, en especial el de los medios tradicionales, por parte de unos intereses políticos ultraconservadores que lo han convertido en un instrumento de cerco a la gente. Este cerco mediático se ha enraizado los dos últimos años, llegando al extremo no solo ya de la pérdida total de rigor y a la acción desinformativa, sino a la invisibilización de la violencia y, más grave que eso, a su apología, sea que venga de un Estado represivo o incluso de grupos paramilitares. El periodismo era hace tan solo unas décadas un oficio humanista, un faro que velaba por el cumplimiento de los derechos humanos; el periodismo boliviano, muerto o en agonía, no lo es más.
A: En relación con los medios de comunicación ¿hay similitudes o continuidades entre lo que ocurrió entre 2019 y 2010 con el reciente bloqueo convocado por el Comité Pro Santa Cruz?
SZ: En 2019, los medios tradicionales difundieron como verdad la falacia de un “fraude electoral” que ni siquiera el Gobierno ilegal y violento que luego encumbraron pudo probar en un año. A continuación –y ahí están los contratos- muchos de sus periodistas recibieron onerosos pagos por no solo callar, sino defender las violaciones a los derechos humanos, así como el latrocinio perpetrado desde el Estado. ¿Qué cambió en esta nueva coyuntura? No mucho. Se ha difundido hasta el cansancio mentiras en torno a leyes, se ha amplificado los llamados a la confrontación, al punto de que los medios han sido actores de los enfrentamientos, y han callado los abusos de grupos irregulares –que no otra cosa son la Unión Juvenil Cruceñista y el Comité Cívico Potosinista- que han vuelto a sembrar luto y división racista. Ni la gesta del pueblo boliviano que ha recuperado mayoritariamente la democracia les ha servido de lección. Es más, pareciera que en muchos casos se reniega contra ello.
A: Sin duda el rol de los medios de comunicación en Bolivia no solo está relacionado a la creación y difusión de información, sino que tienen un enorme papel en la vida cultural de la población por los discursos, valores, estéticas que se difunden masivamente. ¿Cómo caracteriza el trabajo de discusión sobre los contenidos culturales en los medios bolivianos?
SZ: En este ámbito la situación es igual de penosa. Lo dicen todos los maestros y manuales de periodismo: para ejercer el oficio, de manera indispensable uno debe leer, ver cine, conocer en profundidad la cultura propia y la de otros. Le puedo asegurar que, siendo benevolentes, más de la mitad de los periodistas bolivianos ni siquiera lee lo que publican los diarios, que poco o nada saben de manifestaciones estéticas que no sean comerciales/industriales. Así las cosas, lo “mejor” que nos pueden ofrecer son programas como Calle Siete o sus mismos noticieros que parecen un compendio de pésimos videoclips. Por eso es entendible que actualmente solo un diario de verdadera circulación nacional mantenga un suplemento cultural, que la cultura sea un accesorio siempre prescindible de periódicos, televisoras y radios. Dicen que un tal Joseph Pulitzer dijo que una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá un pueblo cínico, mercenario y demagógico. Vaya que algunos medios tradicionales se esfuerzan en esto último.
A: Apelando a su perfil de autoridad electa por Cochabamba, pero también parte del gremio periodístico ¿se barajan posibilidades para corregir esta problemática que afecta a los bolivianos? ¿Usted tiene alguna propuesta?
SZ: Hay un fenómeno de fondo que afecta al periodismo boliviano y es que este no ha sabido enfrentar el cambio a la era digital. Así, el modelo de negocios se ha caído, lo que determina la precarización de la que hablaba en principio. Mientras los patrones mantienen su afán de lucro, los trabajadores de medios tradicionales la están pasando muy mal: les deben meses de salarios (que por otro lado son de miseria y por jornadas laborales de explotación), beneficios sociales e incluso las empresas adeudan impuestos. Esto mismo hace a este ámbito vulnerable a la compra, a la falta de rigor, a la línea editorial deshonesta. Ahora bien, pienso que mal haría nuestro Gobierno democrático adoptando acciones siquiera parecidas a las del régimen de facto. En ese sentido, nuestras autoridades han sido muy claras: la libertad de expresión y el derecho a la información están en nuestra Constitución, se respetan y se van a respetar. Por ello pienso que los medios deben seguir autorregulándose, aunque con normativas más modernas, y que la campaña contra la desinformación debe fundamentarse en mejorar y pluralizar nuestra comunicación. Hay que darle mucha más voz a la misma sociedad civil, para que esta desmonopolice el periodismo. Y, algo más, al ser este tan urgente en estos tiempos, se deben crear incentivos para un ejercicio periodístico de calidad y en profundidad.
A: Cambiando un poco el tema de los medios y profundizando en el tema cultural. En sus mensajes y campaña electoral siempre ha puesto de relieve su preocupación por el tema cultural. En ese sentido, Cochabamba parece vivir un largo letargo en su desarrollo y por este concepto me refiero principalmente al humano, al cultural, al social. ¿Está de acuerdo? ¿Cuáles cree que son los problemas de la gestión cultural en Cochabamba?
SZ: Sí, ese letargo cultural es real, y se traduce por ejemplo en hechos como el surgimiento de grupos paramilitares como la denominada Resistencia Juvenil Cochala. La cultura nos enseña también a identificar hasta estéticamente al fascismo, y por eso resulta inverosímil cómo es que, en la tierra de las Heroínas de la Coronilla, de Adela Zamudio y Marcelo Quiroga Santa Cruz, existan personas capaces de defender este extremo. Pero, en fin, los problemas son muchos y pasan primero por lo económico. La crisis ha llegado aún a meritorias entidades culturales privadas que han cerrado o minimizado sus servicios. Del lado público, siguiendo tal vez esa visión añizta de la cultura como un “gasto absurdo”, se han reducido asimismo presupuestos y trabajadores en todos los gobiernos subnacionales de oficialismo y oposición. Estamos tratando por todos los medios posibles de revertir esta situación, al menos en nuestro Gobierno departamental. En el plano nacional, hubo antes importantes avances como la ley que quitó impuestos a los libros, la norma del cine, el Programa de Intervenciones Urbanas, diferentes estímulos y hasta la misma alfabetización. Pero el camino, interrumpido atrozmente por el régimen de facto, es todavía largo. Tenemos que implementar políticas públicas más agresivas para podernos llamar con toda propiedad una revolución democrática y cultural. En eso estamos.
A: Para finalizar, ¿cuáles cree que son las alternativas para este balance crítico que hace en torno la situación de la vida cultural cochabambina? Precisamente en esta gestión usted se ha embarcado en impulsar la creación de una Cinemateca en Cochabamba, por favor cuéntenos cómo va este proyecto.
SZ: Nuestro Gobernador, Humberto Sánchez, parte de una visión amplia de la cultura, no reducida a las solemnes bellas artes o a la folclorización, sino a lo plural de nuestra identidad. Con esa visión, pensamos que además la cultura puede ser una herramienta para el conocimiento y reconocimiento de los otros, con lo que se aplacaría el clima de polarización artificial que quieren instalar los medios tradicionales al amparo de sus patrocinadores. En ese sentido es que venimos tomando acciones como la constitución de una Cinemateca Departamental, para la que conformamos un Comité Impulsor multisectorial, así como aprobamos una ley departamental de prioridad. Por otra parte, hemos gestionado un acuerdo para que, junto a la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, tengamos un Museo Interactivo de la Descolonización y el Reencuentro en nuestra Plaza Principal. Y estamos ya a poco de lanzar fondos concursables para volcar el presupuesto público hacia nuestros artistas y gestores, además que estamos perfilando la rejerarquización de nuestra repartición de Culturas en nuestra Gobernación. Esas son algunas de las medidas que, por el momento, pensamos urgentes.