En este artículo analizaremos como el crecimiento de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra ha sido gobernado por intereses capitalistas y patriarcales, donde las mujeres, niños, personas con discapacidad, minorías sexuales y de género son omitidos en la planificación urbana.
Para abordar este tema es necesario entender sus antecedentes históricos; así que empecemos recordando que, tras la Segunda Guerra Mundial, a sugerencia de EEUU, Bolivia dio asilo a fugitivos nazis alemanes y a miembros de la USTACHA, partido fascista croata, que en su mayoría eran hombres (parte del Plan Ratlines). Y que para preservar su asentamiento en Santa Cruz y mejorar su condición económica, los inmigrantes nazis decidieron establecer alianzas familiares con la burguesía cruceña, que también tenía influencia fascista, ya que su posición económica privilegiada se debía a beneficios de gobiernos neoliberales.
Ya en su posición de líderes familiares, estos hombres demarcaron la división de roles de género de producción (trabajo) y reproducción (vivienda), con el fin de tener el control económico de sus nuevas familias; impusieron un modelo familiar patriarcal, donde el padre actúa como la máxima autoridad y delega la administración controlada de su capital al resto del clan familiar.
Estos clanes familiares impusieron el régimen de género en todo Santa Cruz, dando como resultado hombres organizados tanto económicamente como políticamente, conformaron logias sumamente machistas y elitistas, desde donde podían negociar sus intereses económicos. En la actualidad estas logias manejan el Comité Cívico Pro Santa Cruz, para defender sus intereses de clase, con el apoyo de diferentes fracciones de clase, que tienen como líderes exclusivamente a hombres y donde las mujeres son subordinadas como objetos.
El régimen de género de Santa Cruz coexiste como resultado de las relaciones del género con las derivadas de la clase social, la cultura (el regionalismo, la comparsa carnavalera a la que perteneces), la religión, lo étnico (si eres cruceño, camba, cunumi, colla o cualquier diferencia étnica que van identificando), etc.
Robert Connell, escribe desde una perspectiva gramsciana (Gramsci analizó los aspectos no coercitivos del poder, que operan a través de la cultura, en oposición a las formas más directas y brutales de dominación) y afirma que las ideas sobre la sexualidad y los papeles atribuidos a cada género no sólo se sostienen a fuerza de poder y opresión, sino gracias a la satisfacción que encuentran los sujetos en su posición dentro de un régimen de género determinado (Connell, 1987, 1995).
La ciudad también es representación de como la ocupamos, en el caso de Santa Cruz se dio una marcha multitudinaria de mujeres pidiendo que saquen de la cárcel a su gobernador (quien emula la identidad machista camba), esto demuestra que estas mujeres han aceptado e incluso defienden su situación en el sistema de relaciones patriarcales (connivencia femenina con el patriarcado).
Esto se debe a que las mujeres dependen de las relaciones los clanes familiares, de las logias y del Comité Cívico Pro Santa Cruz, su interés por apoyar el sistema reside en que va en ello su supervivencia a largo plazo y su bienestar material, aún cuando suponga la opresión para ellas y para sus hijas. Son las mujeres las que ayudan mantener este régimen de genero con tinte religioso (para ser incuestionable) y familiar (para ser transmitido de generación en generación), llegando a impregnarse en toda la sociedad que habita el Oriente boliviano. Vale recordar que las mujeres no pueden acceder a la presidencia del Comité Cívico, a su estructura patriarcal, y para ellas crearon un Comité Cívico Femenino, sin ningún peso político en la red de poder local de la oligarquía cruceña. Tampoco pueden acceder a las candidaturas los indígenas tanto del occidente o del oriente. Aquí la pigmentación de la piel vale tanto cuanto el capital que el candidato tiene acumulado.
Como dueños incuestionables de Santa Cruz, los hombres burgueses han diseñado la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, según sus intereses, por eso podemos ver una distribución segregada a partir de funciones; con áreas netamente comerciales, industriales, residenciales y de ocio; que no toman en cuenta las prácticas del resto de los ciudadanos, que a lo largo del día vamos encarando diferentes actividades, más aun siendo mujeres, ya que asumimos roles de cuidado, lo que implica desplazamientos extras, como, llevar al colegio a los hijos, acompañar a un adulto mayor a cobrar su renta dignidad, acompañar a un familiar a sacar ficha para ser atendido en un centro de salud, etc. Este modelo corporativo urbano lo que está haciendo es que tengamos que dedicar un mayor tiempo y un mayor desplazamiento para poder llevar a cabo nuestras tareas del día a día.
La forma en que este régimen va diseñando la ciudad favorece a los hombres heterosexuales, cisgénero, sin discapacidades y con acceso a un auto y pone en constante peligro a los adultos mayores, las mujeres, los niños, las minorías sexuales y de género, y las personas con discapacidad, que además son clase trabajadora; estos grupos infrarrepresentados en el diseño de la ciudad, ocupan de diferente manera la ciudad, no tienen acceso a áreas de recreación seguras, que se han convertido en un privilegio de clase en Santa Cruz, del que solo disfrutan los que viven en condominios cerrados. El resto de la población es susceptible de sufrir un asalto, una violación o incluso un asesinato, si se dispone a ir a sentarse a una plaza pública.
La auto-segregación de las élites en condominios privados, puede brindar seguridad a sus moradores, pero por fuera representan un peligro para los peatones sobre todo para las mujeres, ya que los muros que rodean esos condominios parecen laberintos silenciosos, sin aceras y oscuros en las noches, óptimos para cualquier agresión sexual.
En un contexto regional de inseguridad e incremento de la violencia de género, la condición de las mujeres se fragiliza, las prácticas urbanas también hacen del espacio público un escenario magnífico para que sea factible la reproducción de la violencia contra las mujeres, esto se ha visto con la violación de una menor de edad en un punto de bloqueo del Comité Cívico Por Santa Cruz, o como estos impidieron el acceso a la casa de la mujer (casa que acoge a mujeres víctimas de violencia). Los espacios urbanos tienen que ser agradables de habitar y transitar, al Gobierno Autónomo Municipal le compete ser el garante y el gestor del espacio público, porque este ámbito representa la posibilidad de participación e inclusión. Pero también nos toca como sociedad exigir el derecho a la ciudad con perspectiva de género.
*Nayra Agreda es Arquitecta y Urbanista.