Mientras se dirime en Londres la vista en la que se dirimirá la extradición a Estados Unidos de Julian Assange, un programador, periodista y activista de Internet australiano fundador, editor y portavoz del sitio web WikiLeaks, acusado del delito de revelar con la difusión de miles de documentos oficiales los crímenes de guerra de EEUU y sus aliados en Irak y Afganistán, las voces en reclamo de su liberación recorren todo el mundo. Como marco al caso Assange, el primer ministro Rishi Sunak sigue cuesta abajo en pleno año electoral: acaba de perder dos elecciones de renovación de escaño que muestran que le espera a los conservadores en los comicios generales. Como si esto fuera poco, el Reino Unido se encuentra desde el jueves pasado oficialmente en recesión luego de que los datos económicos de la autárquica Oficina de Estadísticas Nacionales (ONS en inglés) mostraran que la economía había caído dos trimestres consecutivos entre julio y diciembre (0,1 y 0,3%). En abril de 2010, la grabación de dos militares estadounidenses disparando desde sus helicópteros Apache a civiles desarmados en un barrio de Bagdad (Irak) corrió como la pólvora en Internet. El ataque, en el que fueron asesinadas 12 personas, había tenido lugar en julio de 2007 durante una de las muchas incursiones militares de EEUU en la región aquel año. El vídeo fue publicado por WikiLeaks gracias a la filtración de una fuente anónima. El portal había sido fundado en 2006 por Julian Assange con el objetivo de divulgar las injusticias de gobiernos opresores. El vídeo de los asesinatos de Irak fue solo una de las muchas filtraciones difundidas en esta web que sacudieron el mundo, a la que se sumaron los miles de documentos sobre la guerra de en Irak y Afganistán –Diarios de Afganistán–; los cables diplomáticos que exponían los entresijos de la política exterior estadounidense –Cablegate– o las torturas en la prisión de Guantánamo. Pero también la corrupción en Islandia o las ejecuciones extrajudiciales en Kenia, entre otras revelaciones. EEUU ha sido el único país del mundo que tomó represalias legales contra las informaciones secretas difundidas por WikiLeaks, acusando a su fundador de cometer 18 delitos relacionados con espionaje y crímenes informáticos. Por la presunta comisión de estos delitos pende sobre Assange la amenaza de 175 años de prisión, señala Emilia Morales en Público. Seguramente los perpetradores de tantos crímines de guerra fueron condecorados. Radio France señala que «Existe el temor real y fundado de que Julian Assange sea asesinado». Cierto, pero cuando es el Imperio quien asesina, sus vasallos callan y sirven de encubridores. Es lo que hace Gran Bretaña cuya Justicia decide la extradición de Julian Assange, en nombre de la «libertad y la democracia». La última vez que Christophe Deloire y Rebecca Vincent, secretario general y directora de campañas de Reporteros Sin Fronteras (RSF) visitaron a Julian Assange en la cárcel de máxima seguridad de Belmarsh (Reino Unido), lo vieron muy desmejorado. «Claramente se encontraba mal y con dolor, con una costilla rota por la tos excesiva provocada por una enfermedad respiratoria», explican en un artículo publicado el pasado 18 de febrero en el diario británico The Guardian. Coincidiendo con la coronación del rey Carlos III de Inglaterra, Assange escribió una carta abierta al monarca en la que hace un repaso por las pésimas condiciones de la cárcel de Belmarsh en la que vive y le invita a visitar la prisión. Además, le recuerda que se trata de un preso político perseguido por Estados Unidos y que se encuentra «retenido a placer de Su Majestad en nombre de un soberano extranjero avergonzado». Reporteros Sin Fronteras (RSF) aclara el caso… Mito: Es un «traidor» que debe ser juzgado en Estados Unidos. Realidad: Assange no es ciudadano estadounidense, nunca ha vivido en Estados Unidos y no tiene ningún vínculo significativo con ese país. Es un ciudadano australiano que vivía y trabajaba en Londres cuando el gobierno estadounidense abrió el caso contra él. Los cargos que se le imputan están relacionados con la publicación de material de interés público por parte de WikiLeaks. La extradición de Assange sentaría un peligroso precedente que podría poner en peligro a otros editores y periodistas de todo el mundo, independientemente de su ciudadanía. De manera preocupante, el gobierno de EE. UU. ha afirmado que las protecciones de la Primera Enmienda no se aplicarán a Assange por no ser ciudadano estadounidense. Mito: Es un informante que filtró información clasificada. Realidad: Assange desempeñó un papel distinto al de un denunciante de corrupción o “whistleblower”; él mismo no filtró información clasificada, sino que publicó información que le fue filtrada. La autora de la filtración, la ex analista del ejército Chelsea Manning, ya había cumplido más de siete años de prisión antes de que el Presidente Obama conmutara su condena de 35 años, declarando que era «muy desproporcionada en relación con la que han recibido otros filtradores». De ser extraditado a Estados Unidos, Assange sería el primer editor juzgado en virtud de la Ley de Espionaje, que implica carecer de una defensa de interés público; cualquier persona acusada de esta manera no puede defenderse suficientemente. Se enfrenta a una posible condena de hasta 175 años de prisión. Mito: No puedo defender a Assange si no lo considero un periodista. Realidad: Existen diversas opiniones sobre el estatus de Julian Assange como periodista, editor o fuente periodística. Sin embargo, lo más relevante es comprender por qué Assange ha sido objeto de atención y las implicaciones de su posible extradición y enjuiciamiento. RSF defiende a Assange debido a su contribución al periodismo, ya que la publicación de documentos clasificados por parte de WikiLeaks ha sido fundamental para la generación de extensos reportajes de interés público en todo el mundo. Su procesamiento tendría consecuencias alarmantes para el futuro del periodismo y constituiría un golpe sin precedentes a la libertad de prensa. Mito: Su condena no tendría impactos significativos a nivel global. Realidad: La condena de Assange tendría repercusiones significativas en el futuro del periodismo a nivel mundial y en nuestro