Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia

6 de noviembre del 2019, un día para recordar

Andrés Huanca Rodrigues Ante el desconocimiento de los resultados electorales del 20 de octubre del 2019, que daban victoria a Evo Morales en primera ronda, y la escalada de violencia en el país, que ocasionó que grupos paramilitares golpearas a mujeres campesinas que se manifestaban en la ciudad, el 6 de noviembre del mismo año fue llevada a cabo en Cochabamba una masiva marcha en contra de la discriminación, defensa de las mujeres campesinas y respeto al voto rural, convocado por la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia «Bartolina Sisa». La movilización pretendió llegar desde tres puntos cardinales a la Plaza 14 de Septiembre. La caravana del este (trópico) llegó sin problemas y nosotros también en completa paz desde el sur (valle alto). Dato significativo debido a que se acusaba constantemente al movimiento campesino de los destrozos e incendios cada vez que ingresaban a Cochabamba. La lógica del movimiento urbano «pitita» era, «si ellos causan destrozos al entrar, «ensucian», no hay que dejarlos entrar por la fuerza aunque también sea su sede de gobierno». Sin embargo, qué difícil era razonar con aquel movimiento urbano, señalándoles la evidencia de que los destrozos solo se daban durante enfrentamientos, y que durante estos siempre estaban presentes los paramilitares de las RJC, que tenían entre su arsenal bazucas artesanales, fuegos artificiales altamente inflamables y armamento policial: cuando nadie atacaba las movilizaciones campesinas y obreras, los destrozos no sucedían. Tan fue así que durante la marcha, la caravana que llegaba desde el oeste (zona andina) fue interceptada por los paramilitares, ocasionando la muerte de Limbert Guzmán que mantenía un punto de bloqueo. Atribuida a la marcha por parte del movimiento urbano inicialmente, se confirmaría por el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que la muerte se debió a la mala manipulación de una bazuka por parte del difunto. Pero es importante señalar que la familia, el mismo día de la muerte, atribuyó responsabilidad del suceso a Carlos Mesa y Camacho por pagar al joven fallecido para mantener su punto de bloqueo. Para la mala suerte del impune periódico Los Tiempos, esta fuerte denuncia fue transmitida en vivo por uno de sus periodistas de redes sociales. Ante los ataques de sus fanáticos lectores que le reclamaban por difundir la voz de la familia en luto, el periódico incluso sacó un comunicado público disculpándose por el streaming. En la Plaza 14 de Septiembre, mientras se enfrentaban al oeste de la ciudad, los paramilitares nuevamente nos atacaron con gas lacrimógeno, sospechosamente cerca de la policía, la cual no hizo absolutamente nada frente a la agresión. La gente escapó en desbandada, en su mayoría mujeres y la marcha/concentración se acabó. De aquel día hay tantas cosas que recordar y reflexionar. Aquel nauseabundo racismo entre los fanáticos, que como la podredumbre al estar encerrada durante tanto tiempo, al ventilarse, expide con fuerza su hedor: difundían en redes sociales fotos de mala calidad de las mujeres marchistas para afirmar con mofa que eran hombres disfrazados. Las chicas citadinas se burlaban, los muchachos citadinos reían, los más progresistas decían «está bien que se les ataque, pero no digas eso, no hay que ser racistas». Pero el objetivo último no era el ridículo, sino algo mucho más contundente: si eran hombres en realidad, era justificable atacarlas físicamente, desde estos grupos de gorilas paramilitares, drogados y alcoholizados, hasta el punto de que uno y otro caía desplomado por su propio peso durante sus movilizaciones: los héroes del momento, en aquella ciudad. La marcha de las «Bartolinas» fue justamente contra esa barbarie que ya se había llevado a cabo varias veces en las semanas anteriores y ese día no fue la excepción. La ciudad embrutecida, en su mayoría, aplaudió. También fue el día que el movimiento popular perdió definitivamente la ciudad de Cochabamba, la cual tiene una importancia territorial fundamental: conecta el oriente con el occidente del país. Los campesinos cochabambinos sufrieron una derrota militar, fueron expulsados de su sede departamental de gobierno y de la posibilidad de marchar hasta La Paz, aislando aún más al gobierno nacional de su base social. Dos días después, a cuadra y media de la Plaza 14 de Septiembre, los policías se amotinarían, Camacho llegaría a Palacio Quemado y desde Cochabamba, enclaustrados, tomados, impotentes, veríamos como se derrumbaba todo. Las masacres de la próxima semana serían el «estate quieto» a los últimos impulsos de resistencia al Golpe de Estado que se gestaba desde hace meses atrás y al cual reaccionamos tarde, con lo que pudimos. Ya ha pasado tiempo. Existe un tránsito de la digna rabia, a la conciencia y de ahí a la política transformadora. El perdón no es olvido. El olvidar es también injusticia. Ver imágenes, conversar o leer sobre aquellos días, gatillan la memoria, la cual aun tiene que ser trabajada para prevenir que vuelvan a suceder.

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