Lenguaje inclusivo
Carlos Bleichner Delgado Comparten por ahí que Nietzsche esquiaba antes de escribir. Llegaba a la hoja con un cuerpo aventurado. Arriesgo: no importa tanto Nietzsche; ni la veracidad de la anécdota. Lo que importa es la necesidad que trata la anécdota. Cuando un cuerpo sale de sus zonas comunes; se activa una percepción más fina. Cuando nuestros cuerpos asumen riesgos, activan un estado de alerta capaz de percibir y construir otras realidades, más sutiles, más situadas. El riesgo del que hablo, desde una perspectiva actoral; no es un riesgo masoquista, en el que peligre la integridad física o psicológica. Todo lo contrario, se trata de un riesgo amable y abismante que requiere de un campo que lo contenga. Se trata de apostar a un “modo de estar vulnerable”, que haga posibles transformaciones radicales. Al actuar se realiza un trabajo/investigación muy importante y complejo con la palabra/el texto y la voz. Si lo que digo, me satisface; la actuación muere. El impulso cierra. Si cierra, no se actualiza, no espera respuesta; queda en soledad y no se desarrolla. Nos damos cuenta que la palabra no es la cosa misma. No importa cuán hermoso, desplegado, barroco, complejo, directo o indirecto sea el lenguaje de la obra, no habrán palabras suficientes para expresar y hacer circular el abismo que Hamlet vive en el entierro de Ofelia. A veces los silencios son más sabios. No obstante, en el trabajo dinámico y experimental de la actuación, como damos cuenta de esta insuficiencia de la palabra (tan difícil de asumir) apostamos otras dimensiones posibles. La palabra puede ser acción. Puede sopapear, hormiguear tu plexo solar y enamorarte al mismo tiempo. Ayuda a comunicar, a acercarnos un poquito más. Co-construye realidades. Es performática. Y, aun así; la acción tampoco abastece. ¿Qué podría satisfacer a Romeo cuando debe despedirse de Julieta? Cuando una realidad de mierda, no satisface, las palabras tampoco lo harán. Cuando unas instituciones de mierda te cortan los huevos, te matan y te cierran el cuerpo, no hay palabras. Todos los impulsos creadores que son inhibidos por costumbres y convenciones machistas están encerrados en un lenguaje. Un lenguaje que no satisface una mierda. Necesitamos crear nuevos lenguajes. El lenguaje inclusivo es una mierda. No satisface. Pero nos hace recuerdo a toda la mierda que circundan las exclusiones. Nunca voy a obligar a nadie a usar lenguaje inclusivo; pero no me jodan. La insatisfacción nos mueve. Esta insatisfacción es amor. Es clamor por todo aquello que no se puede nombrar. Esos silencios de las desaparecidas, de las violadas, de les callades. Me siento muy ridículo muchas veces y tengo mucho pudor por usar lenguaje inclusivo, especialmente con gente de Cochabamba. ¡Pero putes! ¿Están satisfeches? No sé cómo. Tampoco sé el nivel de repercusión que tenga este uso de lenguaje inclusivo que percibo como riesgo. Hay lugares en que me olvido, hay lugares en que no puedo, ¡¿habrán cuevitas en que no es necesario?! Sé que todo esto nos pasa a muches. Pero es acción. Pincha y acaricia al mismo tiempo. Reivindiquemos el pudor; no la vergüenza. Ahí puede haber posibilidades de construcción conjunta. Dejémonos arrebatar por estas necesidades que nos den el ánimo para desplegar nuevos lenguajes. “No pudiera creer en un dios que no supiese bailar” Nietzsche ¿Dónde te vas a meter tus palabras? El autor es actor.