Los Mutantes de Ramiro Sirpa se apoderan de El Alto

En el taller de Ramiro Sirpa no hay diferencia entre la realidad y el sueño. Todas sus creaciones parecen recién salidas de películas de ciencia ficción. El rostro, las manos, el cabello, los gestos, cuida el más mínimo detalle de sus esculturas. Y mientras un altavoz conectado a su celular reproduce Aces High de Iron Maiden, sus manos parecen imitar el ritmo vertiginoso y la adrenalina que produce el heavy metal.

Entre las calles empinadas de la zona Periférica, característica de la topografía paceña, se encuentra el taller del artista. Su recinto de creación es casi parecido a la casa de uno de los cineastas mexicanos más importantes de este tiempo, Guillermo del Toro. En sus estantes abundan muñecos de colección icónicos del cine. Los bustos de Batman, El Fauno, Jedi, todos hechos en fibra de vidrio combinada con algunas otras técnicas, según cuenta, llaman la atención de sus visitantes. Mientras una colección de espadas al lado de la puerta de su dormitorio parece evocar a los animales, formas, figuras y personajes fantásticos que aparecen en el arte y literatura medieval.

Sirpa tiene fascinación por todo lo relacionado a la fantasía: elfos, hadas, dragones, unicornios y personajes de ciencia ficción que aparecen en las carteleras de las grandes salas de cine y en los llamados cinevideos que abundan en la urbe alteña.

La televisión se ubica a tan solo un metro de distancia del living, en una pequeña sala que tiene una ventana enorme donde se observa todo el norte paceño, al lado se encuentra una habitación contigua con estantes de más de dos metros de alto, donde se posan enormes bustos. En una esquina, una máquina de costura de cuya aguja cuelga una tela negra que parece ser la capa de algún superhéroe delata al artista, quien apenado parece adivinar la pregunta, “en las noches también confecciono prendas, me gusta cuidar de todos los detalles”, cuenta mientras desempolva con sus manos un busto de Thanos.

¿Cómo llegó a hacer arte?

Es un misterio para Sirpa su transitar por el mundo de la creación, no recuerda ningún hecho trascendente que lo hubiera impulsado a seguir el camino artístico. Solo rememora el interés, nada extraordinario, hacia los personajes de ciencia ficción que seguro tienen, tuvieron y tendrán miles de infantes.

El cine siempre ocupó un sitial importante en su vida, aunque trabajó desde sus trece años en el centro minero de Unutuluni, en la provincia Larecaja del departamento de La Paz. Buscaba un poco de tiempo para construir sus personajes favoritos y lo hacía con barro y arcilla.

“En mi tiempo de descanso me aburría, por eso empecé a hacer figuras de arcilla y de barro, esa fue mi primera experiencia, después me fui a la ciudad de La Paz donde me aficioné mucho más por la música y al cine”, expresó.

Para él, hacer arte es casi como una necesidad, sus tiempos libres los dedica a observar las películas de Tim Burton o Guillermo del Toro, le asombra el realismo, el movimiento, las texturas, vestuario, los detalles, todo ello lo emula después cuando intenta replicar esos personajes.

“Yo no soy de carrera, pero mis amigos que estudiaron arte me dijeron que tengo mucha habilidad manual y un buen punto de visualización, por eso también confecciono el vestuario”, comenta.

El juego de la creación

Para uno de los escultores más importantes de estos tiempos, el mexicano Eduardo Romo, en la práctica artística intervienen muchos aspectos, desde la concepción de la obra, la forma, el volumen, en síntesis, crear es todo un juego, uno que involucra reinterpretar la realidad.

“Para hacer una escultura tienes que estar loco, intervienen muchas emociones que tienen que ver con la espiritualidad de la vida humana y en cierto sentido con la magia”, sostuvo Romo en un video publicado en su canal de YouTube.

La escultura es inherente al hombre, se remonta al origen de la humanidad, prueba de ello son las famosas efigies escultóricas de la Edad de Piedra que tienen al menos más de 200.000 años, representan un legado cultural importante para el mundo y reflejan el contexto que se vivía en ese entonces. Sin embargo, ahora el arte se hace desde otras perspectivas, incluso a veces inimaginadas. Ramiro Sirpa conoce bien ese terreno, aunque no estudió arte ni utiliza impresión en 3D para elaborar sus trabajos, sus manos son las que ven, sienten e imaginan esos personajes que abstrae de la ciencia ficción.

Desde Miguel Angel hasta el artista contemporáneo de estos tiempos Jeff Koons, la imaginación y la realidad han servido para crear figuras que emocionen y reinterpreten el mundo. Para lograr ese objetivo, unos se valen de las formas, otros del volumen, peso, masa, Ramiro Sirpa no aspira a compararse con ninguno de estos íconos de la escultura, le basta con hacer feliz a quienes, al igual que él, aman el cine, el heavy metal y desean, aunque solo por un momento, estar frente a su personaje favorito.

“Mis esculturas, personajes, gigantes, o como quieran llamarlos, las hago en formatos reales para que las personas puedan sacarse alguna foto con alguno de ellos o quizá verlos como en una película”, dice y con cierto orgullo muestra en su mano izquierda el ícono de Supermán, que brilla con la luz del día como los ojos de un niño cuando obtiene su juguete preferido.

Fuente: Ahora el Pueblo