¿Relación con el Estado o Estado como relación? El Paro Cívico cruceño y las antípodas de la teoría marxista del Estado

Eduardo Lohnhoff Bruno

Después de 36 días de paro cívico en Santa Cruz, cuyo resultado fueron más de 4 muertos, muchos heridos por enfrentamientos, violaciones en las rotondas y hasta un ritual satánico (arrancaron el corazón de una persona) el presidente del Comité Cívico de Santa Cruz dijo que los cívicos iban a “reevaluar su relación con el Estado”. Luego le siguieron toda la “inteligentsia” cruceña: La socióloga y urbanista Ana Carola Traverso Krejkarek dijo: “El Gobierno le está dando pie a esta región a cuestionar el contrato social que tiene con el Estado”.

Al aprobarse la ley que establece la repartición de escaños y recursos a Santa Cruz, una ley aprobada por la Asamblea Legislativa (un órgano de Estado), propuesto por el MAS y votado por parte de la bancada de oposición (que también sufrió un quiebre al denunciar que Walter Chavez es quien manda y “desmanda” en Creemos), sectores del MAS acusaron al actual gobierno de pactar con la derecha y cruzar ríos de sangre. Por su parte, asambleístas que defendieron la posición del gobierno dijeron que en la anterior gestión del MAS hubo también un pacto con Unidad Nacional para que se apruebe la Nueva Constitución Política del Estado, etc, etc.

Más allá de entrar en la polémica de quien tiene la razón o no, lo que es notorio aquí es que tanto el oficialismo como la oposición y las diversas fracciones de clases (populares y dominantes) tienen una visión contractualista del Estado, donde el Estado puede pactar con sectores de la sociedad civil organizada o no, donde un sector o región puede “reevaluar” su relación con el Estado. Esta es una visión instrumentalista del Estado, que lo ve como cosa, por encima de las relaciones sociales de producción. Y en ese sentido, existen serias equivocaciones. Lo que nos lleva a cruzar ríos de materialismo histórico para precisar cuál es el concepto marxista de Estado.

Obviamente, que al decir que precisaremos el concepto marxista de Estado, estamos excluyendo toda la tradición liberal del derecho burgués y también la contractualista, por considerarlas un falseamiento de la realidad y tan solo un instrumento de las clases dominantes. Como dijo Marx: “El Derecho es la voluntad de las clases dominantes hecha ley”. Si bien, Marx no escribió un texto completo explicitando lo que es el Estado, hay referencias en toda su obra como para no decir que con él no existía una teoría marxista del Estado.

Friedrich Engels va a escribir una obra genético-estatal: “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, pese a que se basó mucho en la definiciones de Morgan que se volvieron anticuadas con el progreso de la ciencia (no es su culpa que muchas de sus tesis cayeron, era lo más avanzado para su momento, en la ciencia de su tiempo), las tesis esenciales son coherentes y tienen evidencia histórica que no hay que abandonar: En tiempos tribales, había la comunidad primitiva, es en el propio seno de esta comunidad primitiva que surge un excedente económico, o sea, producen más productos que la comunidad puede consumir. Miembros de la propia comunidad se apropian de ese excedente de la comunidad, y a través de la violencia y la religión instituye la propiedad privada. Después crean un cuerpo separado de la sociedad que tiene monopolio de la violencia para defender sus privilegios de clase: Surge el Estado. Con la propiedad privada surge otra estructura de dominación de clase: el patriarcado, pues solo con una línea de sucesión contada a través de los padres se podía definir quién era el hijo y desde ahí asegurar la herencia familiar.

La limitante del texto de Engels es que se centra mucho solo en los aparatos represivos y el monopolio de la violencia del Estado. Años más tarde, es Vladimir Lenin quien va a sintetizar todo lo que escribieron Marx y Engels sobre el Estado en su obra “El Estado y la Revolución” de 1917. Lenin tuvo que dejar este libro incompleto, pues los sucesos revolucionarios le adelantaron, y era más excitante participar de la revolución que escribir sobre ella. Pero en resumen, los clásicos del marxismo (Marx, Engels y Lenin) tampoco rompieron definitivamente con la comprensión contractualista del Estado (aunque hay muchos pasajes de Marx y Engels donde rompe con la visión instrumentalista, donde el Estado un mero instrumento de las clases dominantes para ejercer su dominio por la violencia).

Fueron Althusser (1965) y Poulanztas (1968) quienes rompieron con mayor claridad la visión contractualista del Estado y fueron más allá de los mecanismos de ejercicio de la violencia para imponer la voluntad de las clases dominantes. Según Althusser, también existen los aparatos ideológicos que van moldeando la conciencia conforme el mundo burgués, como dijeron Marx y Engels en la Ideología Alemana: “El pensamiento dominante de una época es siempre el pensamiento de las clases dominantes”. Estos aparatos son: La familia, la escuela, el lugar de trabajo, la Iglesia, el sindicato, el partido, los medios de comunicación y las redes sociales. Estos aparatos son los encargados de reproducir el sistema, reproducir la conciencia de las personas para que ellas nunca quieran destruir el status quo vigente. Son los encargados de la reproducción social del sistema, y ese mismo Estado tiene instancias que son relativamente autónomas de la base económica; estructuras que se erigen de la base económica, pero que no son mero reflejo de la misma sino que actúan también en ella.

Para entender el Estado hay que entenderlo como lo definió Poulantzas, como una relación de fuerzas. Eso quiere decir, que el Estado no es sólo la maquinaria gubernamental que controla los aparatos represivos, no es sólo monopolio de la violencia, es todo lo que está dado, «status».

Claro que el Estado aparece como representante de toda la sociedad y el carácter de la dominación de clase solo se manifiesta en su esfera política y el límite de las reformas políticas son los límites impuestos por los intereses de clases. Para utilizar una acepción de Gramsci, vivimos una sociedad corporativista y es también Gramsci quien va a decir que la hegemonía es violencia disfrazada de consenso.

Por ejemplo, en La Paz, los choferes de minibuses impiden que se construya un teleférico en la CEJA de Él Alto. Eso afecta a miles de personas que tienen que bajar a trabajar en el municipio paceño, pero la voluntad de un sector, el interés corporativo, impide ese avance beneficioso para la mayoría de la población. Igualmente un Nuevo Código Penal para Bolivia, sobretodo que actúe contra la negligencia médica. El Colegio Médico envía sus pandilleritos de batas blancas a actuar con violencia para defender el derecho de seguir matando gente sin que les envíen a la cárcel. Cuando se intentó una ley contra las ganancias ilícitas sectores corporativos de los gremialistas, contrabandistas, narcotraficantes, transportistas, etc, salieron contra la ley. Y así, cada intento de avance es frenado por sectores corporativizados y la sociedad civil es rehén de los mismos. Lo mismo pasa con lo de Adepcoca, un barrio es rehén de un sector que quiere el monopolio de la venta de coca. Incluso los balseros de Tiquina (a las puertas del lago Titicaca) están en contra la construcción de un puente que facilite el tránsito de movilidades. Lucha por el excedente y el monopolio por parte de sectores corporativos, sean rutas del transporte público, algún mineral o la coca, monopolio del mercado, etc.

El límite de cualquier reforma social de Bolivia es la voluntad de estas corporaciones y ellos frenan todas las medidas progresistas. Intereses y prácticas de clases que impiden reformas profundas en Bolivia. El Estado no va más allá de la voluntad de estos (no importando quien este en el gobierno Evo o Lucho), y esa relación social de Fuerza, que limita el Estado, es el Estado mismo, es el todo que “esta dado”. No es una cosa con que puedas pactar o romper relaciones. ¿Entonces que hay por detrás del discurso de empezar nuevas relaciones o cancelar el contrato con el Estado? Esto desarrollaremos en la segunda parte del artículo.

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