60 años de bloqueo: El sistema de sanciones económicas más duradero de la historia

Por: Dinella García AcostaClaudia Fonseca Sosa

La Habana / Cuba Debate. – En los últimos 365 días Cuba ha vacunado al 87.8% de su población, incluidas más del 95% de las personas entre dos y 18 años, cuando –como reflejó el diario británico The Guardian– la mayoría de los países aún no ha empezado a dar estos pasos. Cuba ha enfrentado a delta y ómicron y ha desarrollado tres vacunas y dos candidatos vacunales, a la altura de las naciones del Primer Mundo.

Todos esos 365 días, 11 millones de cubanos han hecho eso y más estando vigente sobre ellos el mayor bloqueo de su tipo en el mundo. Una realidad que se esquiva, se critica y se usa para justificarse, pero que es constante y hoy se hace más palpable que nunca.

En el último año, y por solo citar algunos ejemplos:

Este jueves 3 de febrero se cumplen seis décadas de la firma de la orden ejecutiva que impuso oficialmente el bloqueo de Estados Unidos a Cuba, y en ninguno de esos años la Isla ha vivido ajena a esa política y a un andamiaje legal de sanciones y restricciones que crece con el tiempo.

De acuerdo con el último informe publicado por el Minrex en junio de 2021, a precios corrientes, los daños acumulados en casi seis décadas de aplicación de esta política superan los 147 853 millones de dólares. Según datos de Oxfam, el 78% de las niñas y mujeres en Cuba nacieron bajo estas sanciones. En general, más del 70% de la población cubana ha nacido bajo estos efectos. Entre ellos, el hermano de Frank.

¿Qué dicen los números?

En 2021 el hermano de Frank se contagió con la covid-19 teniendo una agresiva enfermedad de base que no se trataba hace dos años. ¿La razón? En la región, el medicamento para tratarlo solo se fabrica en laboratorios norteamericanos  y no puede entrar al país normalmente a causa del bloqueo. El hermano de Frank falleció tras 24 días en un hospital.

30 años antes, en 1991, la hermana de Yazmina no superó la diabetes, pues el país no tenía cómo adquirir medidores.

Historias como estas se han repetido por generaciones. En 1975, el escritor Gabriel García Márquez escribió: “Conservamos por siempre las listas innumerables de los enfermos que hubieran podido salvarse de no haber sido por el bloqueo”.

Desde abril de 2019 hasta marzo de 2020, el bloqueo ha causado a Cuba pérdidas por unos 160 260 880 dólares en el sector de la salud.

Según datos facilitados a Cubadebate por el Minrex, en medio de la pandemia, el 18 de noviembre de 2020, el Departamento de Transporte denegó, por indicación del Departamento de Estado, una solicitud de las charteadoras Skyway Enterprises, Inc. y IBC para operar vuelos a Cuba con carga humanitaria que incluían insumos médicos.

En abril de 2020, varios proveedores informaron a la empresa MEDICuba la imposibilidad de entregar ventiladores pulmonares ya contratados, debido a que los fabricantes habían sido comprados por una compañía de EE.UU.

Para fabricar algunas vacunas se necesitan medios de cultivo para el crecimiento de los microorganismos patógenos usados en su elaboración. El suero de ternera o la albúmina bovina utilizados en Cuba se compran sobre todo en Nueva Zelanda o Alemania.

El envío de este producto vendido por BIOCLOT New Zealand (Christchurch) tarda en llegar a La Habana 24 días y 17 horas. En caso de ser vendido por BIOCLOT GmbH, Alemania (Aidenbach), el envío tarda 18 días y 18 horas.

Pero si el mismo producto se pudiera adquirir, por ejemplo, en la Boca Raton Biotech Company de Estados Unidos, el envío tardaría solo 17 horas, destacó un informe de Oxfam publicado en 2021.

Los ejemplos de las afectaciones en el sector de la salud se repiten en todo el país. Dayana es celíaca. De pequeña, el Estado le garantizaba una dieta especial, pero lo cierto es que muchas veces cuando llegaban a su pueblo, en las afueras de Santa Clara, ya estaban en mal estado.

Ahora, de grande, tiene un documento para comprar en la única panadería de las provincias centrales que vende comida a base de harina de sorgo. Sin embargo, las ofertas son escasas y poco variadas. Muchas veces, cuando llega a la panadería, ya no hay nada. De no existir el bloqueo, Cuba pudiera importar este tipo de productos.

En octubre salió al mercado la versión 2021 del lector de pantalla JAWS (Job Access with Speech), software que le permite a la persona con discapacidad visual interactuar con las computadoras. Nuestro país no puede comprarlo, es un programa desarrollado por una compañía norteamericana y Cuba no puede adquirir la licencia correspondiente.

Debido a ello, las personas ciegas y débiles visuales deben utilizar, en su lugar, un software libre llamado NVDA (NonVisual Desktop Access), cuyas prestaciones, aun cuando van mejorando, no alcanzan todo el espectro con que cuenta JAWS.

Cuba tampoco tiene acceso a servicios de empresas de tecnología radicadas en Estados Unidos. Ello impide que desarrolladores estatales y por cuenta propia accedan a herramientas de desarrollo web y aplicaciones.

Incluso accediendo a plataformas como Airbnb, antes de que esta fuera sancionada, las experiencias y rentas se vieron enormemente afectadas con la disminución del turismo debido a las restricciones de vuelos a Cuba y el cierre del consulado de Estados Unidos en La Habana.

Génesis del bloqueo

¿En qué consiste el bloqueo estadounidense impuesto a Cuba?

Es un conjunto de medidas de coacción y agresión económicas que entrañan una conducta genocida, orientadas a provocar la asfixia económica e inmovilidad de Cuba. Una política unilateral que constituye una flagrante violación de los derechos humanos de los cubanos. Así definen los expertos la política cruel e injusta implantada por el Gobierno de EE.UU. contra Cuba hace 60 años.

El 7 de febrero de 1962, el entonces presidente de EE.UU., J. F. Kennedy, mediante la Sección 620a de la Ley de Ayuda Extranjera (1961), declaró el bloqueo total contra Cuba. Los antecedentes de esa ley se remontan a 1959, cuando Washington comenzó a aplicar medidas dirigidas esencialmente a socavar puntos vitales de la defensa y la economía cubanas.

De acuerdo con el director del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana (Cehseu), Dr. Raúl Rodríguez Rodríguez, durante seis décadas la política estadounidense hacia Cuba ha tenido entre sus pilares la implementación de medidas económicas coercitivas unilaterales.

“El uso de ese instrumento comienza a aplicarse en época muy temprana, una vez que el nuevo Gobierno cubano, resultado de una genuina revolución social, emprende una serie de transformaciones estructurales que limitan el proceso de acumulación capitalista, con el objetivo de abandonar el patrón político y económico dominante en Cuba y en el hemisferio, y romper la relación de dependencia económica y subordinación política con EE.UU., que había sido esencialmente establecida desde los inicios del siglo XX, con el advenimiento de la República en 1902”, explica el experto.

“Aunque los fundamentos han variado un poco con el tiempo, el objetivo constante de la política de bloqueo contra Cuba ha sido utilizar el poder económico de EE.UU. para socavar el sistema socioeconómico y político de Cuba, y lograr un cambio de régimen”, agrega.

El Memorando del Departamento de Estado de abril de 1960 definía el objetivo: “El único medio previsible de enajenar el apoyo interno es a través del desencanto y la desafección basada en la insatisfacción económica y las dificultades… Si lo anterior se acepta o no se puede contrarrestar con éxito, se deduce que es posible, entonces deben tomarse medidas rápidamente para debilitar la vida económica de Cuba”.

El director del Cehseu recuerda que “en febrero de 1962, el presidente Kennedy, mediante la proclama presidencial 3447, incrementó las sanciones al prohibir la importación de todos los bienes de origen cubano y bienes importados desde o a través de Cuba.

“En 1963, el Departamento del Tesoro emitió el Reglamento de Control de Activos de Cuba, que hasta hoy sigue siendo el cuerpo principal de las regulaciones del bloqueo, aunque estas se han modificado muchas veces a lo largo de los años para reflejar sus ajustes estratégicos en las políticas de las diferentes administraciones estadounidenses.

“Además, dado que Cuba es un país sujeto a un ‘embargo comercial’, todas las exportaciones a Cuba deben ser autorizadas por el Departamento de Comercio, tal como se implementa a través del Reglamento de Administración de Exportaciones.

“Todas estas medidas proporcionaron el marco original para el ‘embargo’”, explica.

Rodríguez advierte que desde 1963, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) determinó en un informe que “para obtener el máximo impacto en la economía cubana”, las sanciones económicas debían “coordinarse con las operaciones de sabotaje”.

En las décadas que siguieron, EE.UU. expandió y reforzó el régimen de sanciones contra Cuba, transformándolo en un conjunto de sanciones económicas unilaterales complejo y con efecto extraterritorial.

Las sanciones impuestas se tornaron aún más extraterritoriales durante la década de 1990, ya que el Gobierno de Washington trató de limitar el intento de Cuba de diversificar sus relaciones económicas internacionales después de la caída de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS), principal socio comercial de la Isla entonces”, sostiene Rodríguez.

Durante esos años se aprobaron dos leyes con un efecto muy negativo en el comercio de Cuba: la Ley Torricelli (1992) y la Ley Helms Burton (1996).

La Ley Torricelli prohibió el comercio con Cuba a filiales de compañías estadounidenses establecidas en terceros países.

Además, con el obvio objetivo de acelerar un cambio de régimen en Cuba –en un momento de graves dificultades económicas–, otra normativa, conocida como Ley de Democracia Cubana (1992), declaraba explícitamente la estrategia de “buscar una transición pacífica a la democracia en Cuba a través de la aplicación de sanciones económicas con un mayor alcance extraterritorial”.

De acuerdo con el investigador, esta legislación, en esencia, reforzó las sanciones estadounidenses contra Cuba al aumentar las restricciones a la ayuda humanitaria, específicamente alimentos, medicinas y suministros médicos; al negar la entrada a EE.UU. de cualquier embarcación que hubiera tocado puerto cubano en los 180 días previos, y autorizar el uso de sanciones contra terceros Estados que ofreciesen ayuda al país caribeño.

A raíz de la entrada en vigor de la Ley Helms Burton, se codificaron las regulaciones del bloqueo y las órdenes ejecutivas. La normativa estableció que la eliminación de las sanciones económicas contra Cuba solo puede decidirse mediante votación en el Congreso y no por orden del presidente.

Rodríguez opina que esta ley, aún vigente, busca no solo afectar la economía cubana, sino entorpecer los esfuerzos del Gobierno de Cuba para reinsertarse en la economía mundial y el nuevo orden de las relaciones internacionales surgido a partir de la caída del campo socialista.

Sus disposiciones –dice– “están diseñadas para perpetuar la política en el tiempo, más allá de que la administración sea demócrata o republicana, y crear el marco propicio para la restauración capitalista bajo la tutela de EE.UU. y los remanentes de las clases dominantes antes de 1959”.

En el año 2000, se estableció una nueva legislación, la Ley de Reforma de las Sanciones Comerciales y Mejora de las Exportaciones, que prevé exenciones humanitarias para la compra de determinados productos de primera necesidad, como alimentos.

Pero, aclara el experto, incluso para la venta de alimentos, se impusieron a Cuba términos adversos y muy costosos, debido a otras disposiciones y sanciones financieras vigentes, como la prohibición del uso del dólar estadounidense y el requisito de pago anticipado sin la participación de los bancos de EE.UU. en esas transacciones.

“El sistema de sanciones económicas que comenzó a principios de la década del sesenta se ha convertido en un bloqueo integral contra Cuba”, enfatiza Rodríguez, pues “aplica todos los métodos principales disponibles para un Estado sancionador: control comercial, suspensión de ayuda y asistencia técnica, congelamiento de los activos financieros del objetivo y la inclusión en la lista negra de compañías extranjeras involucradas en el comercio con nuestro país”.

De hecho, en 2007, la Oficina de Responsabilidad del Gobierno de EE.UU. admitió que lo que Washington llama “embargo contra Cuba” es el conjunto más completo de sanciones que el país norteño haya aplicado a cualquier nación, y las sanciones unilaterales, abarcadoras y más duraderas en la historia contemporánea que siguen vigentes.

La mano dura de Trump

El 17 de diciembre de 2014, los presidentes de Cuba y EE.UU. anunciaron el inicio del proceso de normalización de las relaciones bilaterales. A partir de esa fecha, se dieron pasos importantes en los planos político y diplomático, y se alcanzaron acuerdos que tuvieron cierta repercusión económica en la Isla.

“Aunque Obama alivió algunas sanciones como resultado del proceso de negociaciones iniciado tras los anuncios del 17 de diciembre, estas medidas fueron limitadas, principalmente relacionadas con viajes a Cuba de ciudadanos estadounidenses e intercambios culturales”, señala el director del Cehseu.

“Ninguno de los cambios regulatorios realizados por Obama modificó de manera sustancial el complicado entramado de las disposiciones, regulaciones y leyes que rigen la aplicación del bloqueo”, subraya.

A la llegada del presidente Donald Trump a la Casa Blanca, el escenario se tornó más complejo.

“Trump no solo revirtió en buena medida los modestos cambios realizados por Obama, sino que llevó el programa de sanciones a nuevos extremos con el uso de instrumentos no aplicados anteriormente”, comenta el experto.

La escalada de sanciones comenzó cuando el Departamento de Estado publicó una lista de 180 entidades y establecimientos que los estadounidenses, que a través de licencias podían viajar a Cuba, ya no podían frecuentar, con el argumento de que estos ayudaban a financiar el ejército cubano y sus servicios de inteligencia y seguridad.

Entre los lugares vetados para los estadounidenses se incluyeron hoteles, tiendas, instalaciones de fabricación de ron, marinas y la zona especial de desarrollo del Mariel. Esa lista se actualizó en otras seis ocasiones durante 2019, incluyendo ministerios y otros organismos de la Administración Central del Estado cubano.

El Departamento del Tesoro también emitió un conjunto de restricciones sobre los viajes a Cuba para grupos de intercambio educativo o cultural.

Analistas coinciden en que los propietarios de pequeños negocios en la Isla, como restaurantes y hostales, sintieron el golpe económico por la reducción de viajes a Cuba de los ciudadanos estadounidenses.

Pero la mano de Trump continuó apretando. El 4 de marzo de ese propio año, el secretario de Estado, Mike Pompeo, anunció la entrada en vigor del Título III de la Ley Helms Burton, que codifica mecanismos para hacer cumplir las sanciones y el embargo. Esta sección de la ley permite a los ciudadanos estadounidenses entablar demandas a compañías extranjeras que hacen negocio con Cuba y emplean propiedades nacionalizadas desde 1959.

Infografía: Rogelio Carmenate.

Luego, el Gobierno de Trump prohibió el envío de remesas a Cuba y se redujeron drásticamente los vuelos comerciales entre ambos países, medidas que afectaron directamente a millones de familias.

El Departamento del Tesoro limitó aún más el acceso de Cuba al sistema financiero de EE.UU., al eliminar la autorización para las transacciones de U-Turn (transferencias de fondos que se originan y finalizan fuera de EE.UU., donde ni el emisor ni el receptor son personas sujetas a la jurisdicción norteamericana).

“Esta medida ha tenido un impacto considerable en la forma en que las entidades cubanas, ya sean particulares o estatales, realizan sus negocios con socios comerciales en Canadá, Europa, Asia y América Latina”, explica Rodríguez.

Otras medidas de muy negativas consecuencias para la economía nacional fueron las encaminadas a interrumpir los suministros de petróleo hacia y desde Cuba.

“La presión sobre las navieras extranjeras restringe la importación de petróleo, lo que a su vez reduce el combustible disponible para el transporte, la electricidad y otros servicios vitales. Y es uno de los ejemplos más claros de cómo el alcance extraterritorial de las sanciones de EE.UU. tiene intenciones de imponer dificultades al pueblo cubano”, afirma Rodríguez.

Según el experto, “las medidas impuestas por la Administración Trump están claramente orientadas a llevar a la bancarrota al Estado cubano. Apuntan a las áreas de fortaleza económica del país, como el sector del turismo y la exportación de servicios profesionales, y explotan sus vulnerabilidades, como la dependencia energética y la necesidad de atraer inversión extranjera directa”.

¿Por qué bloqueo y no embargo?

Las distintas administraciones estadounidenses se empeñan en afirmar que la política impuesta a Cuba es un embargo económico y no un bloqueo, como afirma la parte cubana.

Pero, ¿qué significa el término “embargo”? Consiste en una orden o proclama, emitida por un Estado en tiempo de guerra. Forma judicial de retener bienes para asegurar el cumplimiento de una obligación contraída legítimamente. Puede ser también una medida precautoria de carácter patrimonial autorizada por juez o tribunal o autoridad competente, con igual propósito de cumplir por el deudor sus compromisos con sus acreedores.

¿Qué significa el término “bloqueo”? Desde 1909, en la Conferencia Naval de Londres, quedó definido como principio del derecho internacional que el bloqueo es un acto de guerra. La política de bloqueo califica como crimen internacional de genocidio, conforme a lo definido en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 9 de diciembre de 1948.

Entonces, ¿por qué bloqueo y no embargo? Analistas coinciden en que las acciones ejercidas contra Cuba por el Gobierno de EE.UU. no se enmarcan en la definición de embargo. Cuba no es deudora de Washington y no ha cometido delito que autorice el secuestro y liquidación de sus bienes a favor del país norteamericano. Cuba no ha sido ni es una amenaza para la seguridad de EE.UU., por lo cual resulta contrario a la ley internacional la pretensión de aplicarle medidas de legítima defensa.

EE.UU. emplea la figura del embargo para no reconocer que aplica a Cuba medidas de tiempo de guerra, una guerra no declarada contra el pueblo de Cuba.

Por otra parte, el aislamiento, la asfixia y la inmovilidad a la que esa política somete a Cuba sí tipifican un bloqueo, lo que significa cortar, cerrar, incomunicar con el exterior para lograr la rendición del país por la fuerza o por el hambre.

Someter intencionalmente al pueblo a condiciones de existencia que le pueden acarrear daños físicos, totales o parciales, para debilitar su decisión de luchar y vencer y llevarlo a claudicar de su decisión de ser soberano e independiente, ese es el objetivo de la política estadounidense.

El bloqueo contra Cuba es ilegal, viola los derechos humanos del pueblo y contraviene los principios y derechos fundamentales del derecho internacional: principio de igualdad soberana, principio de no intervención, principio de la independencia y derecho a la nacionalización.

¿El final del bloqueo?

Aunque año tras año la comunidad internacional aprueba en la Asamblea General de las Naciones Unidas el proyecto de resolución que presenta Cuba, en el que denuncia las afectaciones económicas y sociales causadas por el bloqueo y la necesidad de eliminarlo, EE.UU. insiste en mantenerlo.

La plataforma de campaña del Partido Demócrata prometía a los electores revertir rápidamente las acciones tomadas por el Gobierno de Trump, en particular la eliminación de las restricciones sobre los viajes a Cuba y las remesas y el cumplimiento de los acuerdos migratorios bilaterales, incluyendo los visados.

Pero, hasta la fecha, ninguna de las 243 medidas impuestas por Trump ha sido revocada.

Algunos culpan de esta perniciosa inercia a las ambiciones electorales asociadas a la Florida o a los equilibrios, nada transparentes, de las élites políticas y legislativas en Washington, sostuvo el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, al presentar el proyecto de resolución en la ONU en junio de 2021.

Las autoridades de EE.UU. han tratado cínicamente de sembrar la idea del fracaso del sistema y de la ineficacia del Gobierno cubano, de que las medidas coercitivas no afectan al pueblo ni son realmente un factor significativo en las dificultades de la economía nacional, denunció el canciller.

¿Qué podemos esperar de la actual Administración estadounidense?

Los Ángeles fue escenario para las caravanas Puentes de Amor. Foto tomada de las redes/Archivo

En su artículo “La política de Biden hacia Cuba: factores determinantes, actores claves y posibles escenarios”, el analista de temas internacionales Rafael González Morales, máster en Ciencias, profesor e investigador del Cehseu, plantea que la política de EE.UU. hacia Cuba es expresión de un conflicto histórico de carácter asimétrico.

La esencia de esta política está dirigida a cambiar el sistema socioeconómico y político cubano, y eso se mantendrá inalterable, opina.

González considera que “las relaciones entre ambos Gobiernos son complejas, volátiles y permeadas por profundas diferencias, en las que la dicotomía diálogo/cooperación está presente”.

Sin embargo, “ambas naciones comparten intereses mutuos y amenazas de diversa índole con impacto en su seguridad nacional”.

Por su parte, el profesor titular de la Universidad de La Habana Dr. Luis René Fernández, quien fue subdirector del Cehseu, comenta que “uno quisiera ser optimista, pero en el corto plazo, en este año, si observamos las condiciones objetivas económicas, políticas y sociales de la sociedad estadounidense y la actual Administración, hay que entender se trata de un Gobierno débil tratando de aparentar fortaleza.

“Ello no parece que vaya a cambiar sustancialmente en lo inmediato, sino que va a empeorar. Las fuerzas de relevo dentro de la clase política de ese país, el trumpismo, por decirlo un tanto esquemáticamente, es incluso portador de tendencias más agresivas, conservadoras e algunas incluso neofascista”.

Señala que “la división política del sistema bipartidista, la propia legitimidad de su democracia, los nuevos desafíos económicos después de una gran crisis en 2020, encabezados por la inflación de 7% registrada en diciembre de 2021 y las consecuencias probables de las medidas para palearla –como la subida de las tasas de interés–, auguran momentos muy difíciles para las elecciones a finales de este año, en las que existen grandes posibilidades de que los demócratas pierdan las dos cámaras del Congreso”.

“Grandes errores en política exterior, como la derrota y salida en desbandada de Afganistán, otras acciones muy cuestionables, como las amenazas a Rusia y agresividad a China, evidencian en el fondo las enormes debilidades del Gobierno de EE.UU. y la incapacidad de cumplir sus objetivos hegemónicos plenamente”.

“En perspectiva, las posibilidades de mejorar dependen de nosotros mismos, de las estrategias para reducir nuestras vulnerabilidades para derrotar al bloqueo. También es cierto que se muestran tendencias distintas favorables a Cuba en nuestra región. La estabilidad, recuperación y avance de Cuba en medio de todas las agresiones, pandemia y crisis, tendrán que ser interpretadas (tal cual ha sucedido en el pasado) como evidencia de la derrota de las políticas estadounidenses de agresión extrema, y se verán en la necesidad, tarde o temprano, una vez más, de ajustar sus estrategias y retomar el camino de respeto a la libertad plena, la independencia de Cuba y el sistema que se ha dado soberana y democráticamente la mayoría del pueblo cubano. Un sistema perfectible, pero en ningún caso dispuesto a subordinarse a la injerencia y dominación del Gobierno de EE.UU. como disponen las leyes anticubanas en ese país”, concluye.

Escenario posbloqueo

Sobre las oportunidades de intercambio entre Cuba y EE.UU., en un hipotético escenario de levantamiento del bloqueo, comenta a Cubadebate el experto Luis René Fernández.

“En todos los campos hay grandes oportunidades para los dos países y sus pueblos. Por su magnitud, son significativas y crecerían enormemente, a niveles actualmente insospechados, en ausencia de todo el arsenal de la guerra económica contra nuestro país”, afirma.

“Ello se debe a la cercanía geográfica y a las nuevas capacidades y posibilidades desarrolladas en Cuba que podrían expresarse plenamente y ser objeto de intercambio en la economía, la cultura, el deporte y la ciencia, e incluso de cooperación”.

De acuerdo con Fernández, “contrario a lo que pudieran pensar algunos, no solamente Cuba “pierde” o es dañada por el bloqueo –lo cual es cierto dado los privilegios de la economía estadounidense, la función del dólar, acentuada por la globalización de la economía–. Todas las agresiones de EE.UU. contra Cuba y su pueblo tienen una repercusión muy negativa sobre el desarrollo y el bienestar de nuestro país y perjudican criminalmente en primer lugar a nuestro pueblo y, sobre todo, a los más vulnerables.

“Pero también es muchísimo, proporcionalmente significativo a su tamaño, lo que pierden EE.UU. y su pueblo en esta guerra económica. En términos de ingresos y riquezas, se estima serían miles de millones de dólares anuales y cientos de miles de nuevos empleos, que beneficiarían sobre todo la economía de los estados más cercanos, como Florida. En esferas de avanzada como la industria médico farmacéutica y la biotecnología, podría salvar miles de vidas y aliviar padecimientos. Eso, sin contar el disfrute de intercambios culturales, deportivos y científicos”.

“Cada una de las esferas que abarcan la agresión contra Cuba y su pueblo se transformarían en enormes beneficios para ambos países y pueblos, no solamente en lo material y económico, sino en lo espiritual, que es tan importante a la vida más plena y provechosa desde una perspectiva verdaderamente humana”, señala.

¿Cuánto se beneficiaría el sector cuentapropista?

Según Fernández, “todos los sectores de la sociedad cubana son afectados y, naturalmente, el sector del trabajo por cuenta propia, ahora ampliado a un incipiente pero dinámico sector de micro, pequeñas y medianas empresas, ha demostrado tener, y sin duda tendría, enormes beneficios de una gradual eliminación de las brutales medidas de asfixia económica del bloqueo contra Cuba.

“Aunque el discurso oficial del Gobierno de EE.UU. trata de ocultar su verdadero propósito, busca hacer fracasar el perfeccionamiento del modelo cubano, para culparlo de Estado fallido y alentar su derrocamiento. Es evidente que se diseña para afectar la propia existencia de los cubanos.

“Es difícil imaginar la velocidad que alcanzaría el ascenso de este sector y de toda la economía cubana sin bloqueo –y ellos lo saben bien–. Por emplear una imagen, lo representaría como un cohete hipersónico de la más avanzada tecnología subiendo verticalmente. Ello se debe a que el desarrollo y las oportunidades de esos emprendimientos están enormemente reprimidas por los obstáculos a la demanda de sus productos y servicios, acceso a tecnología, insumos, materias primas y materiales, financiamiento y capacidad de insertarse en el mercado más grande y cercano a Cuba”, comenta el experto.

“Recuérdese cómo en el corto periodo final del Gobierno de Obama, florecieron esos negocios privados, lo que les permitió generar ganancias y acumular fuerzas, ahora transformadas en una gran parte de las nuevas empresas micro, pequeñas y medianas”, concluye.

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