La historiadora Hélène Carrère d’Encausse (París, 93 años), que al frente de la Academia Francesa ha combatido el lenguaje inclusivo y ha incorporado a Mario Vargas Llosa, ganó este miércoles el Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales. El galardón consagra una carrera dedicada a la historia de Rusia y de la Unión Soviética y a la defensa de la lengua y la cultura francesas. Hace dos años su hijo, el escritor Emmanuel Carrère, obtuvo el mismo premio, pero en la categoría de las Letras.
“Me emociona particularmente porque soy especialmente sensible a todo lo que es español”, ha declarado Carrère d’Encausse por teléfono a EL PAÍS tras conocer la noticia del galardón, que se entregará en octubre en la tradicional ceremonia en Oviedo. “Como la cultura rusa, la cultura española está marcada por una aspiración a la trascendencia, una espiritualidad profunda. Son culturas que elevan. Hay un espíritu que sopla en España y que me resulta familiar. Veo las afinidades con la cultura de Dostoievski, de Gógol, de Chéjov. Es esta propensión a elevarse por encima de sí mismo, no es un país bajamente materialista, y es algo que encontramos también en la literatura rusa”.
Autora de libros de referencia, como L’Empire éclaté, de 1978 (el imperio en pedazos), en el que con 13 años de antelación anticipó la caída de la URSS, a Carrère d’Encausse se le ha reprochado haber sido complaciente durante años con la Rusia de Vladímir Putin, posición que rectificó tras la invasión de Ucrania en febrero de 2022. En la Academia, fundada por Richelieu en el siglo XVII y que ella dirige desde el año 2000, ocupa el cargo de secretaria perpetua, aunque se hace llamar “secretario perpetuo”, pues considera que el género de una función, como embajador también, debe ser invariable, sea hombre o mujer quien lo ocupe.
La escritura inclusiva, ha dicho este miércoles, “es algo secundario, acabará por desaparecer”. “Son efectos de moda impulsados por minorías”, sostiene. Sobre la revisión de obras literarias del pasado para adaptarlas al lenguaje actual, opina: “Es estúpido. No hay que tocar a las obras maestras. Es como si decidiésemos rehacer El entierro del conde de Orgaz porque en vez de enterrar queremos una cremación. No soy retrógrada, no estoy en contra de los cambios, pero no hay que cambiar por cambiar. Hay algo que existe: el patrimonio, lo que los siglos nos han aportado. ¿Vamos a reescribir la Odisea porque Ulises era un macho y nos molesta que su mujer lo haya estado esperando?”.
El acta del jurado, presidido por el sociólogo Emilio Lamo de Espinosa, destaca a Carrère como “una de las personalidades más brillantes, originales y distinguidas de la historiografía francesa y del pensamiento europeo contemporáneo”. Carrère d’Encausse, hija de un georgiano y una rusa, se llamaba al nacer Hélène Zourabichvili; Carrère d’Encausse es el apellido de su marido. Hasta los cuatro años no habló una palabra de francés, según contó Emmanuel Carrère en Una novela rusa, libro que tensó la relación entre madre e hijo al desvelar secretos de familia.
Eurodiputada por la derecha francesa en los noventa y primera mujer en ocupar el cargo al frente de la Academia, Carrère d’Encausse ha preservado las tradiciones de la institución. Al mismo tiempo, la ha abierto el mundo, como lo prueba el ingreso en febrero de Vargas Llosa, primer inmortal (así se llaman los académicos) que no ha escrito una línea en francés. “Ha ayudado a la cultura francesa más que muchos escritores franceses”, declaró entonces en referencia al autor de La ciudad y los perros.
Al ser Carrère d’Encausse un referente en los estudios sobre Rusia y la URSS, su posición en esta cuestión ha sido bastante representativa de la de las élites intelectuales y políticas francesas en las últimas décadas. Tras acceder al poder en 2000, el presidente ruso la convocó en el Kremlin y hablaron dos horas, cara a cara. En los años posteriores, participó durante unos años en el Club Valdai, un foro de diálogo creado por iniciativa de Putin y en el que este participaba.
Cuando se le pregunta sobre las acusaciones de complacencia con la Rusia de Putin hasta la invasión de 2022, responde: “Si uno intenta explicar, le dicen: ‘Ah, es usted putinófilo’. Pues yo, en consciencia, prefiero explicar”. Y añade: “El trabajo del historiador, del científico, no es amar o detestar, sino intentar comprender”. ¿Cómo terminar la guerra? “Me hace una pregunta a la que no puedo responder. Creo que hay que salir de esta guerra. Pienso que es una idea que se impone cada vez más, aunque la gente no se atreva a decirlo”.
En otro momento de la conversación afirma: “El drama para Rusia es tener a Putin, un tipo que entre 1990, cuando abandona Alemania [donde trabajó como funcionario del KGB], y los primeros años de su presidencia [a principios de la primera década del siglo], intentó adaptarse al mundo, cambiar, y se comportaba más o menos con normalidad”. Pero evolucionó, dice, “y volvió a lo que era, un hombre formado por los servicios de seguridad, sin escrúpulos. Y es un drama para su país”. Concluye la autora del libro al que se atribuye haber anticipado el fin de la URSS: “Estoy convencida de que esto es el fin de Putin. ¿Cómo ocurrirá? No leo los posos del café, no predigo el futuro”.
Fuente: El País