Con su reciente autoproclamación, Edmundo González Urrutia, quien operó durante su estadía en la Embajada de Venezuela en El Salvador como agente de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) en las operaciones de contrarrevolución, busca sumarse de facto a la lista de colaboradores de la agencia que alcanzaron la presidencia de un país.
Entre 1958 y 1982, México contó con cuatro mandatarios empleados de la agencia norteamericana y se convirtió en base de las operaciones de inteligencia para toda la región. La relación con el Partido Revolucionario Institucional, el cual gobernó durante más de 70 años el país, culminó subordinando sus intereses a los estadounidenses en momentos signados por la Guerra Fría.
Para la nación azteca, la estadía de estos colaboradores en el Palacio Nacional (sede del Gobierno Nacional de México) se tradujo en la persecución permanente contra opositores políticos, estudiantes, obreros y campesinos, con matanzas como la masacre de Tlatelolco de octubre de 1968, en la que al menos doscientos estudiantes fueron asesinados por las fuerzas represivas del Estado.
Situación que tuvo lugar en momentos en que González Urrutia era ministro consejero del entonces embajador Leopoldo Castillo en El Salvador (1979-1984) y desde la Embajada venezolana se ejecutaba la «Operación Centauro», dirigida por la CIA, que contemplaba eliminar a varios religiosos relacionados con la teología de la liberación y que le valieron el pseudónimos a Castillo de “el matacuras”.
Documentos desclasificados
Documentos desclasificados y diversos testimonios revelan que Adolfo López Mateos(1958-1964), Gustavo Díaz Ordaz(1964-1970), Luis Echeverría(1970-1976) y José López Portillo(1976-1982) señalan fehacientemente que durante sus mandatos al frente del Ejecutivo mexicano fueron colaboradores a sueldo de la CIA.
Durante este periodo, en México se consolidó de operaciones para Latinoamérica de la inteligencia estadounidense durante todo el periodo de Guerra Fría, en donde el esfuerzo estadounidense por aplacar cualquier movimiento de izquierda condujo al periodo más oscuro en la región, con la instauración de dictaduras en países de Sudamérica y el despliegue del Plan Cóndor, campaña de represión y terrorismo de Estado por el cual se articuló el asesinato de cientos de opositores.
La figura clave de este periodo fue la de Winston Scott, director de la estación de la CIA en México entre los años 1956 y 1969. En ese periodo, Scott desarrolló una red de informantes que documentos desclasificados revelados posteriormente señalan a los entonces presidente y secretario de Gobernación mexicanos bajo los nombres clave de LITEMPO-2 y LITEMPO-8 para Gustavo Díaz Ordaz y a Luis Echeverría, respectivamente.
Adolfo López Mateos, Scott no asignó un alias LITEMPO, sino el nombre código LITENSOR. Estos personajes tuvieron un primer desayuno en 1958, donde surgió el programa de la red de agentes pagados dentro y en torno a la oficina presidencial mexicana y su relación se fortaleció a tal grado que el mandatario fue testigo en la boda del agente estadounidense celebrada en 1962.
En el libro realizado por el periodista Jefferson Morley “Nuestro hombre en México: Winston Scott y la historia oculta de la CIA” se da a conocer parte de su actividad durante esos años a partir de las memorias del propio Scott.
Allí se relata como el director de la CIA mexicana utilizó su posición para recopilar información clave sobre asuntos políticos y económicos, así como detalles sobre los movimientos y actividades de grupos opositores en México. Esta información era transmitida a Washington concediendo una visión privilegiada de los acontecimientos en el país y tomar decisiones informadas en función de sus intereses nacionales.
El contexto durante aquella década era simple: los gobiernos mexicanos obtenían pagos y recibían recursos de inteligencia para espiar los avances de organizaciones de izquierda en el país y la región. A cambio, cada mandatario aseguraba un control en la vida política.

Winston Scott llegó a México en momentos donde organizaciones obreras y agraristas sentaban las bases de nación y disputaban el control del Estado a partir de bases sociales firmes y combativas. Además, en el sureste mexicano la lucha zapatista aún se movilizaba en el sureste mexicano, encabezados por figuras como Rubén Jaramillo.
Previamente, la CIA inauguró en el país fronterizo a Estados Unidos la Dirección Federal de Seguridad (DFS), que según señala el periodista mexicano Alejandro Ruiz, estuvo detrás de “asesinatos y encarcelamientos extrajudiciales contra trabajadores movilizados durante el sexenio de Adolfo López Mateos” además de ser responsable del fusilamiento de Jaramillo junto a su esposa Epifania, que estaba embarazada, y a sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo militantes de la Juventud Comunista de México.
TeleSur