Democracia Concomitante

Jorge Richter Ramírez

La tarea está ahora en la reconstrucción de la democracia. El intervalo oscuro producido por el hecho de noviembre deja expuesto el mayor desafío político del nuevo tiempo que se inaugura hoy: la necesidad de otro sentido común, innovador y transformador de las actuales formas que caracterizan las relaciones políticas en Bolivia. Un sentido común que debe, imprescindiblemente construir identidades democráticas abarcadoras de la equivalencia de intereses, conectando la suma de preocupaciones y tensiones de una sociedad plural que está intentando reacomodarse. Esto no se construye con una alianza declarativa ni la expresión de intencionalidades afables, precisa comprender de manera inequívoca que una “comunidad no es un espacio constitutivo único de lo político” donde el bien común es el factor unificador por antonomasia. La colectividad boliviana está signada por la multiplicidad de sujetos, contradictorios por supuesto, diversos, con temporalidades diferentes y miradas subjetivadas de lo nuestro y de lo prioritario; con estructuras organizativas que combinan tiempos prehispánicos e incipiente modernismo. Un espacio donde el sujeto individualizado precisa de una renovada filosofía política que haga posible la convivencia de la expresión plural y democrática.

Trabajar en una filosofía política post moderna obliga rearmar la democracia, las institucionalidades y las miradas individuales en una perspectiva de respuestas diversas e inclusivas. Precisa a su vez trascender la idealización de la Ilustración y del sujeto unitario asentado sobre el mito exclusivo del bien común como hecho totalizador para, concentrarse, con mayor fuerza en la búsqueda de la democracia diversa y su coexistencia tácita con las formas tradicionales del institucionalismo liberal.

Hoy Bolivia se ha fragmentado en espacios políticos radicalmente nuevos y contrapuestos, con intenciones no silenciosas de marginar la otredad molesta. Esto incide sobre las nociones e ideas de libertad e igualdad que deben estar presentes en este reinicio institucional. La democracia concomitante que debe construirse en Bolivia reclama derechos democráticos, que si bien suelen entenderse como individuales su ejercicio es colectivo pues se expresan en el derecho de todos. Las libertades y la igualdad deben tener hoy una dimensión que interseccione la esfera individual y política. Compartimentar de forma intemperante el individualismo liberal y el comunitarismo intercultural sin espacios intermedios de convivencia necesaria es una apuesta inviable.

Las relaciones político sociales del gobierno que hoy asume deben ser esencialmente constructivas y dialógicas, asentadas sobre una matriz democrática de valores y prácticas que se extiendan progresivamente y que permitan reducir las disonancias de intolerancia. En sociedades diversas, las lógicas unipolares son conducentes a la construcción de figuras autoritarias y restrictivas del pensamiento y las libertades, la democracia plural es tarea del nuevo gobierno, pero ello se edifica sobre la necesaria existencia y aceptación de multiplicidades y conflictologías que se superan cuando los métodos que las resuelven son dialógicos.

La reconstrucción democrática no es posible cuando se substrae únicamente a la reedición de modelos pasados e insuficientes. Un nuevo tiempo que llega pide otros patrones democráticos. La Democracia Liberal de los años noventa y la Democracia Intercultural del Proceso de Cambio deben abrir espacio a la Democracia Concomitante, un espacio que en el mundo aymara se llama el espacio taypi, ese lugar/zona donde lo indígena y lo occidental se entretejan en su más profunda expresión de abigarramiento para ordenar las asimetrías hoy existentes.

El autor es politólogo

Autor