Bolivia: termómetro político a un año y medio del retorno a la democracia

A dieciocho meses de la toma de posesión, el Gobierno de Luis Arce conserva la expectativa y la esperanza de la gente que votó por él en 2020. Esto se expresa en una imagen positiva del 46,7 % que, traducida a votos válidos, se equipara al 55 % obtenido en las elecciones generales. Estas cifras se repiten como tendencia (con poca variación) en las tres encuestas realizadas por CELAG desde 2020 en Bolivia. El presidente Arce es el segundo mejor valorado en la región después de Andrés Manuel López Obrador en México.

Algo más del 60 % de la población cree que Luis Arce resolverá los problemas económicos a corto o mediano plazo. Este dato no es menor en medio de una crisis que aqueja al mundo entero en esta etapa pospandémica. Quizás esto se explique por fenómenos como el control de la inflación: por ejemplo, mientras en Bolivia ésta no pasa del 0,8 % en los primeros tres meses del año, en Alemania a finales de marzo se disparó a un 7,3 % (la cifra más alta desde la reunificación en 19901).

La capacidad de un gobernante de sostener en el tiempo una expectativa positiva de la gente es uno de los elementos más importantes del quehacer político y de la responsabilidad de dirigir un país. Luis Arce tiene un estilo caracterizado por la poca estridencia, más bien es austero en el lenguaje y las formas, pero la economía en Bolivia se va reactivando poco a poco y la gente traduce eso en esperanza.

Quien pretenda aseverar que el Gobierno boliviano no tomó medidas que ayuden a la población en esta etapa, debería revisar acciones de gobierno como la reactivación de la inversión pública paralizada durante el golpe, créditos a tasa de 0,5 % para iniciativas productivas con sustitución de importaciones, bono contra el hambre o el impuesto a las grandes fortunas. Probablemente estas medidas no aparezcan en grandes titulares de medios de comunicación, pero parecen estar llegando a la vida cotidiana de quienes le otorgan su confianza a Arce. Sin embargo, en la encuesta queda claro que las expectativas depositadas en la capacidad del Gobierno para mejorar la situación están condicionadas a resultados concretos en materia de progreso económico y social, es decir, que no es un perpetuo cheque en blanco.

Mientras tanto, la oposición boliviana se estanca o retrocede. La pérdida de terreno es más contundente para las figuras más radicales, como Luis Fernando Camacho, cuya imagen negativa tiene un claro incremento a nivel nacional. Las y los miembros de oposición que muestran una acción política menos confrontativa con el Gobierno nacional ‒principalmente desde espacios municipales‒, como Eva Copa y Manfred Reyes Villa, ven menos reducido su caudal de apoyo popular y muestran mayor estabilidad en su nivel de aceptación. Quizás por esta razón algunos liderazgos de oposición se cuidan de aparecer demasiado cerca de las y los radicales, consiguiendo que los medios de comunicación no los coloquen en la misma bolsa ante los ojos de la población.

Por otra parte, hay alrededor de un 30 % de las personas consultadas que manifiestan que “no les gusta el Gobierno, pero tampoco la oposición”, es decir, que la oposición pierde la simpatía de una parte de quienes votaron por ellos. Haciendo foco en este segmento, un tercio tiene una imagen positiva de Arce. Podría pensarse que, a pesar de las críticas que este sector hace al Gobierno, una parte muestra mayor cercanía con el presidente que con la oposición.

La igualdad entre hombres y mujeres: algo está cambiando en Bolivia

Una cuestión destacada de la encuesta, y que atraviesa más de una pregunta, es la importancia del problema de la desigualdad entre hombres y mujeres, y de la violencia de género. Tres cuartas partes de la población encuestada en marzo cree que la igualdad entre hombres y mujeres es un tema prioritario a resolver; ya no se trata de un tema reservado a las mujeres y mucho menos a los sectores feministas.

Es una idea que ha generado una fuerza hegemónica y, cuando esto sucede en una sociedad, es un buen momento para avanzar y profundizar las conquistas ya conseguidas. Los cambios generados en los últimos quince años en Bolivia, en términos de participación política de las mujeres en espacios de toma de decisión, con la consolidación de la democracia paritaria, son un ejemplo para la región y el mundo.

Sin embargo, hay temas ‒como la violencia machista‒ que siguen siendo un problema grave a ser resuelto. Bolivia cambió, y ya la violencia contra mujeres, niñas y jóvenes se ve más claramente como una problemática de carácter público y no de la esfera privada como se percibía durante los Gobiernos neoliberales. El hecho de que el 75 % de la población boliviana priorice esta temática de manera tan clara es definitivamente una oportunidad para avanzar con contundencia en la despatriarcalización de la sociedad.

El escenario político de Bolivia está cambiando, particularmente algunas de las nuevas prioridades de la población, como la mencionada cuestión de la despatriarcalización, y el tablero opositor. A casi dos años de gestión, el gran mérito del Gobierno de Luis Arce es que ha conseguido consolidar avances socioeconómicos y mantener una buena expectativa de futuro.

Las autoras son:

Gabriela MontañoLicenciada en Medicina por la Universidad Nuestra Señora de La Paz y magister en Salud Pública. Ministra de Salud Pública en el último Gobierno de Evo Morales. Senadora en el periodo 2010-2015, ocupando la Presidencia de la Cámara Alta desde 2012 a 2014. Diputada y presidenta del Congreso de Bolivia.

Camila VollenweiderMaster en Sociología por la Universidad Autonoma de Barcelona (UAB) y licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Rio Cuarto (UNRC), Argentina. Se desempeñó como docente en la Universidad Nacional de Rio Negro (UNRN) y como investigadora del CIETES-UNRN.

Fuente: Celag.org

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