Shirley Nadia Ampuero
Las controversias son usadas por muchos como una rampa a la popularidad. Una formula muy simple para afianzar a los partidarios, pero atrevida a la hora de atraer detractores o nuevos seguidores. En este sentido la cúpula de la Iglesia Católica en Bolivia está apostando fuerte desde el año 2019.
Actualmente la iglesia católica está siendo el centro de controversia, de un tema sensible que pone sobre la mesa al aborto y la Iglesia aprovecha para imponer una vez más la base patriarcal en la que se funda su fe y deja claro la especial fijación que tiene con el cuerpo de las mujeres.
La cúpula católica no se resigna al lugar que le corresponde en la sociedad, que está en la privacidad de conciencia de sus feligreses. Desde la promulgación de la Constitución Política del Estado Bolivia es un país independiente de la religión. No habrá sido fácil para a cúpula católica desprenderse de los privilegios que gozaba al ser la religión oficial de un País, pero sobretodo no habrá sido fácil desprenderse del protagonismo político y de la popularidad que gozaba en la sociedad. No olvidemos que en nuestra historia contemporánea la cúpula católica se constituía un nexo entre el gobierno de turno y sectores sociales movilizados con un fuerte protagonismo político, era el recurso de última ratio para la “pacificación” que garantizaba mesura e “imparcialidad”.
Y al parecer la cúpula católica siempre está al asecho de recuperar su popularidad e influencia política. El año 2019 la cúpula de la Iglesia Católica, obtuvo un gran protagonismo político, nuevamente se constituyó nexo entre el gobierno golpista y los movimientos sociales, sin éxito, la llamada “pacificación” de Añez como bien sabemos, la propiciaron las Fuerzas Armadas y nos costó la vida 38 seres humanos, a vista y paciencia de la cúpula católica que a la fecha no censura, reconoce la memoria de los fallecidos, tampoco reconoce ni siente empatía por el dolor de sus sobrevivientes.
En su rol “pacificador” en plena escalada de la polaridad en el País, la cúpula católica torpemente defiende y pide la libertad de Jeanine Añez y sus colaboradores, detenidos por delitos concernientes su autoproclamación como presidenta del País. Acción que tira por la ventana su rol “pacificador” “conciliador” carente de empatía con lo que se vive el País, viene a ahondar diferencias entre bolivianos. Pero como no iban a defender al gobierno que les devolvió su protagonismo político, el gobierno que los llevó por los cielos mientras bendecían a los bolivianos. ¿Será que por coherencia con su fe, la cúpula católica dejó de defender efusivamente a Añez, luego de su intento de suicidio? El suicidio es un pecado mortal, pero también matar, y la cúpula católica no se muestra ni un poco contrariada con su fe y las muertes que propició el gobierno de Añez.
En los años 2019 y 2020, sin entrar en más escabrosos detalles de la penosa actuación de la cúpula católica (que protagonizó verdaderas escenas propias de la Edad Media) es triste reconocer pero recuperó su protagonismo en nuestra sociedad; aupados claro está por medios de comunicación. Un protagonismo que hace que se crean tan fuertes, capaces de intervenir públicamente en la vida de una pequeña, y llevar acabo su voluntad sobre su cuerpo y su alma.
Y el trasfondo de estos los desesperados actos de protagonismo, es la aplicación de la simplista fórmula de popularidad –que hablen bien o mal pero que hablen- seguramente para contrarrestar la disidencia de sus feligreses: en el año 2020 el 64% de os bolivianos se declaraba católico; 15.7% evangélico; en el año 2014 el 70% de los bolivianos era católico, el 14% cristiano, el 7% evangélico, unas cifras altas, pero nada comparados con el 79%,34% con el que contaban en el CENSO del año 1992, o el 77,79% del CENSO del año 2001. Quizá consideran que existe una relación entre su influencia política y protagonismo con la tendencia a la baja de sus feligreses.
Si su intención es recuperar a sus feligreses con irrupciones políticas o controversias protagónicas, es una apuesta fuerte que puede estallarles en las manos.
La autora es abogada con master en relaciones internacionales.