Amalia Canedo
En la Declaración de los Derechos Humanos se establece: “el derecho a participar y disfrutar de los beneficios de la cultura, las artes y la ciencia, en la búsqueda del conocimiento, la comprensión y la creatividad humana”.
Del párrafo anterior no llegamos a cumplir con todo lo pactado como derecho humano, desde la mirada de trabajadora cultural siempre vengo pataleando cuando de tratos con direcciones publicas hablamos. La venta de servicios artísticos ha dejado de ser las cosas que más nos gustan a los trabajadores culturales, nos tratan como si siempre les debiéramos el agradecimiento por habernos contratado…Si señores y señoras la realidad hace que los trabajadores públicos se sientan dueños de los recursos destinados a la gestión cultural publica y el maltrato es constante y pesado desde que siempre se piensa que los trabajadores culturales no cumplimos con un oficio y que lo que hacemos deberíamos regalarlo.
Lo poco que se recibe podría ser recibido con dignidad si los procesos de pago y de informes no fueran tan tediosos, un proceso de pago llega a demorar aproximadamente 6 meses si es que nos pagan sin dramas pero en la realidad montones de veces nos vemos en la necesidad de re-negociar lo que por honor se había firmado. ¿Y es que acaso no cumplimos un rol social?
Si a cualquier gestor, artistas, promotor cultural, etcétera, le preguntaras si ganan dignamente en las contrataciones artísticas, cualquiera respondería: solo se recuperan los gastos en comunicación y transportes y no se llega a percibir una ganancia real por todo lo que significa montar una actividad artística. Tengo una duda constante y es acaso los funcionarios públicos destinados a la administración cultural ¿no tienen conocimiento sobre lo que significa montar una obra artística? : Lleva su tiempo de reflexión, maduración, concluyendo en la propuesta final que es la que se muestra en los escenarios destinados a estas contrataciones.
Vivir del trabajo cultural si no somos nosotros mismos los que la gestionamos y los que cobramos las entradas, los que publicitamos, los que difundimos no podríamos pretender hacer que la cultura sea nuestro cotidiano.
Si la función pública constantemente nos maltrata es mucho más terrible la situación de rechazo que lo privado genera en torno a los trabajadores culturales, no hay disponibilidad de recursos para el fomento cultural porque se ha construido la visión de que el proceso cultural es un gasto insulso que no les genera ganancias directas e indirectas. Podremos no echarles la culpa a los empresarios privados o a los encargados de gerencia de estas instancias privadas y es porque el Estado-Gobierno poco hace para garantizar el mínimo espacio de respaldo a través de destinar acciones encaminadas a generar difusión y promoción de sus artistas.
Si de políticas públicas habláramos y cantáramos no hay muchas que hayan garantizado la visibilidad y difusión de procesos culturales y tampoco artísticos, no se están trabajando propuestas que coadyuven a que las obras artísticas y los procesos culturales tengan un espacio dentro de la educación pública y privada de nuestro país.
Es urgente retomar el diálogo y la discusión sobre los derechos laborales de los trabajadores culturales para hablar de dejar huellas contundentes en la toma de nuestro poder real que es la sensibilidad de nuestro medio y de nosotros mismos.
Los seres humanos nos diferenciamos de otros organismos vivos en la capacidad de reflexionar, de crear y de aspirar a mejores mundos. Y es ahí donde las manifestaciones artísticas son fundamentales para las sociedades.
La autora es gestora cultural (de alasitas).