María Constanza Costa
En un país que hace ya varios años se ha acostumbrado a la inestabilidad y la falta de perspectivas a futuro, las elecciones municipales y regionales de este domingo pueden ser una bocanada de aire que revitalice un sistema político erosionado y permita avanzar hacia una recuperación institucional. El tenue optimismo generado entre algunos sectores se debe a un acuerdo entre oficialismo y oposición para respetar las reglas del juego establecidas.
El dato fundamental es la decisión de la oposición de dar pelea en el terreno electoral, y tratar de transformar el sistema desde adentro. Esto implica un corte a una política de abstencionismo que enarboló hace ya cinco años, producto de un sistema político poco confiable, que inhabilitaba a los principales candidatos opositores y a las fuerzas políticas más convocantes.
Además de su posición frente a las elecciones, durante estos años, parte de la oposición se sumó a la presión sobre el gobierno de Nicolas Maduro fomentada por EE. UU, como las sanciones económicas, generar un quiebre dentro de las Fuerzas Armadas o el discurso más abiertamente injerencista de Trump cuando aseguró que en lo relativo a Venezuela “todas las opciones estaban sobre la mesa, inclusive las fuertes”. Estas medidas tampoco resultaron efectivas a la hora de hacer retroceder al gobierno y solo colaboraron a generar un desgaste social aún mayor. Las elecciones sin una oposición fuerte tampoco beneficiaron al gobierno, si bien, en muchas de ellas arrasó en los resultados la participación rondó los mínimos históricos.
Sean cuales sean los resultados este domingo, -algunos sondeos indican que el oficialismo saldrá favorecido-, estas elecciones son un punto de partida hacia las presidenciales de 2024.
Las condiciones de esta elección fueron parte de la mesa de diálogo que se instaló en México en agosto de este año. Para demostrar su disposición a celebrar elecciones competitivas el oficialismo aceptó que en la composición del Comité Nacional Electoral (CNE) dos de las cinco autoridades sean de la oposición.
Además, estas elecciones van a contar con la participación de veedores internacionales. La misión de la observación electoral de la Unión Europea decidió enviar 130 observadores que serán responsables de certificar el normal desarrollo de los comicios. También participarán un panel de expertos de Naciones Unidas y representantes del Centro Carter. La evaluación de estos organismos puede inclinar la balanza en favor de la continuidad del diálogo, o por el contrario, empoderar a los sectores duros de la oposición que siguen negándose a participar de los comicios porque, desde su punto de vista, ayuda a la permanencia de Maduro en el poder.
La normalización institucional no parece ser un motivo suficiente que entusiasme a los ciudadanos a la hora de salir a votar. La agenda social tiene cuestiones básicas que aún no se han resuelto. Si bien la coyuntura económica ya no presenta las escenas de escasez que caracterizaron las elecciones regionales de 2017 y la economía repuntó en el 2021, existe una demanda sobre el funcionamiento de los servicios públicos y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios como consecuencia de la devaluación.
Venezuela tiene hoy una oportunidad para demostrar que un sistema electoral robustecido, reglas de juego claras, y la voluntad política de ambas partes son herramientas válidas para frenar un destino trágico, que algunos ya estaban comenzando a asumir como inevitable. El futuro está por escribirse y para ellos las únicas cartas que hay poner sobre la mesa son las de la voluntad popular.
La autora es argentina, politóloga y magister en periodismo.