Carlos Bleichner Delgado

En el código de ética samurái, el Bushido, hay un principio fundamental: “no quejarse”.
Durísimo; pero de las cosas desafiantes y ricas de asumir que tiene la dureza. Una tonicidad necesaria para avanzar.
Vivimos en un país que abre el Corso de Corsos; pero las escuelas siguen cerradas o con muchas complicaciones para retomar la imprescindible presencialidad (no es una queja; son datos).
Que el silencio que implica “no quejarse”; sea el germen de propuestas revolucionarias. Rompamos todo de calladites.
La Pachi Sejas, la Paty Mendoza, la Caro Morón y yo estamos pariendo. Nuestro frágil retoño se llama: “Impulsos. Experiencia y programa en Artes Vivas”.
Es loca la propuesta porque nace genuinamente de impulsos frescos, activos y con todas las facilidades y sacrificios para que se produzcan encuentros que nos transformen. Nos hemos tirado a la piscina de pescadito. Nos hemos pescadeado con un programa de 9 horas de formación/entrenamiento semanales, distribuidas en 4 talleres y un laboratorio de creación conjunta. Esta crisis nacida de la insatisfacción durará 4 meses. ¡¿Quiénes vienen a luchar en el barro con nosotres?!
Sabemos que no es común, al menos en Cochabamba, invertir ese tiempo en “formación artística”; pero común es el Corso de Corsos. No nos interesa corresponder a las costumbres arraigadas por la inercia. Los impulsos son salvajes, sobrevivientes, corresponden a necesidades vitales, actualizadas, latentes, alertas, vivas, dinámicas y desprendidas. Necesitamos impulsarnos con procesos educativos y creativos, tener huecos/intersticios donde verter nuestros deseos; donde soñar para encarnar presentes anchos, rebosantes, plenos, desbordantes de vida. Esto no es publicidad, es clamor. Es un aullido a la manada con la que necesitamos encontrarnos para urdir juntes mejores presentes. El futuro es hoy, es aquí, es ahora. Dejen las mamadas que están haciendo y vengan a olernos. Haremos una charla informativa el viernes 11 de marzo a las 18hrs. ¡La experiencia empieza ya no más, el 14! Tramemos juntes el proceso. Te necesitamos. Tejamos las realidades que deseamos, no necesitamos transformar al “Estado”, monstruo frío, lejano e imaginario; con mirarnos a los ojos y dejar ver nuestras disformidades, podríamos estar encontrando más claves que nos ayuden a vivir el mundo con una sensualidad más perforante en su vulnerabilidad.
Si no te da la vida para venir porque ya tienes tus huecos dónde verter tus impulsos; pasale este textito al cuate o cuata que está ch´ulla como nosotres. Somos bien giles para hacer publicidad, mi Facebook está medio muerto, no tengo Instagram; pero me gusta mear en las esquinas de, en estas columnas, para que huelas la tierra a la que perteneces. Vení a marcar territorio a nuestro centro cultural: La Madriguera. El territorio es de todes.
Los detonantes son la danza y la actuación. Habrá mucho movimiento, análisis, clases teóricas que nos hacen falta en la llajta, acompañamiento y articulación entre les 4 docentes. De ahí a dónde podamos animarnos juntes; hasta donde nos dé el cuerpo para seguir asumiendo riesgos.
“¿De qué se trata el riesgo? Lejos de hacer una apología de los deportes de riesgo, o de esos moralismos que empujan a vivir una vida no importa qué, esos moralismos cínicos, ella define el riesgo como que “abre un espacio desconocido”. Un riesgo no es una locura pura, tampoco una conducta apartada de las normas, ni siquiera un acto heroico. “Tal vez arriesgar la vida sea, para empezar, no morir”. Se trata de un riesgo que se precipita como resistencia a la vida neurótica, esa que calcula, que no pone en juego nada, que no pone de sí; esa vida que pretende saberlo todo anticipadamente, esa vida que pretende que podría haber garantías y certezas.” (En “Elogio del riesgo” de Anne Dufourmantelle).
Los cojudos de los japoneses se han levantado después de haber sufrido 2 bombas atómicas. Belleza samurái.
Tiro una botella al mar abierto con un mensaje: 71732448.
El autor es actor y director de La Madriguera.