Estados Unidos, 25 de marzo de 2025. Hace unos días, el gobierno estadounidense desclasificó documentos de la CIA relacionados con el asesinato de John F. Kennedy. Entre ellos apareció una joyita: un extracto revelador sobre la intervención directa de la agencia en las elecciones de Bolivia en 1964. Con el fino trabajo periodístico que realizan los medios bolivianos, es bastante comprensible que aún no lo hayan encontrado… y aún más, que no se haya difundido en Bolivia.
En dicho informe, el cinismo de la CIA alcanza proporciones monumentales. No solo admiten haber intervenido —con el equivalente actual a seis millones de dólares— (#SeVendieronBarato), sino que se felicitan, sin el menor remordimiento, de haber conseguido que las elecciones fuesen consideradas “justas y democráticas” por observadores de nada menos que la OEA (#LaOEANoNosCuida #PeroSocapa). Todo esto mientras reconocen, sin asco alguno, que tenían en sus manos los resultados cuatro días antes de que se celebraran los comicios (#ParaEvitarSuspenso).
Por si eso no bastara, detallan que financiaron tanto la campaña del candidato predestinado a la victoria —el general René Barrientos— como la de la oposición, cuya principal función era darle al espectáculo la apariencia de una contienda real. O como diría años después Henry Kissinger sobre la democracia en América Latina: “Los temas son demasiado importantes para dejarlos en manos de los votantes (chilenos).” (#ImposicionesDemocraticas)
No contentos con financiar la farsa, también sobornaron a las fuerzas armadas —incluido el general Ovando— no solo para garantizar la ejecución del plan, sino para que reprimieran a los sectores de izquierda. Es decir: no solo sin sangre en la cara, sino con las manos empapadas. (#LaDerechaOprime)
Todo esto no hace más que confirmar lo que ya sabíamos —o lo que sabíamos y preferíamos no detallar—: que mientras en Washington se llenaban la boca de discursos sobre libertad y derechos, en el sótano de la Casa Blanca la CIA manipulaba elecciones, avalaba golpes y apretaba el gatillo de la historia en nombre del “mundo libre”.
Para los devotos de la ‘libertad de las libertades’ en Bolivia, eso solo aplica para quienes tienen recursos y poder y son gringos. Pero tranquilos, mientras sigamos bien portaditos y sumisos al gringo de turno, las dinámicas globalizantes nos seguirán tratando como sus títeres de confianza. (#ConLosGringosJamas)
Y ahora, candidatos que fingen defender la democracia ruegan y añoran regresar a las mismas fases de dominación estadounidense, ambicionando erróneamente el supuesto apoyo de EE.UU. a los procesos democráticos, mientras niegan descaradamente sus dinámicas opresivas y coloniales. (#InstruiteFachoAmantedelosGringos)
Aquí el extracto, digno de antología, de David McLean, director del Hemisferio Occidental de la CIA en 1973, sobre el operativo en Bolivia:
“Para lograr que Barrientos resultara electo, la CIA tuvo primero que promover una elección creíble, financiando las campañas tanto del ganador seleccionado como de su oposición simbólica en las urnas. La verdadera duda era si las elecciones se llevarían a cabo. En 18 meses, la Oficina de La Paz gastó 585.000 dólares: primero para persuadir a las fuerzas armadas de reprimir a los izquierdistas, luego para convencer a Barrientos de postularse, más tarde para disuadir a Ovando de interferir, y finalmente para generar suficiente oposición como para que las elecciones parecieran legítimas. En una genuina proeza, el jefe de la Oficina en La Paz, Lawrence M. Sternfield, produjo lo que los observadores de la OEA calificaron como una elección democrática y honesta —y obtuvo los resultados del Tribunal Electoral cuatro días antes de que los bolivianos fueran siquiera a votar.”
National Security Archive