Amalia Canedo
He venido con esta constante preocupación de la falta de públicos y la falta de espacios para poder desenvolvernos como trabajadores culturales y, en ese caminar, siempre se han sembrado en mi consciencia dudas que me interpelan y me invitan a seguir caminando por esta ruta que por destino y elección me toca transitar. Hoy me centraré en la pregunta que últimamente me estuvo dando vueltas en la cabeza a partir de una convocatoria a charlar con las cumpas de Pulgas podcast hace un par de semanas a las que quedo enormemente agradecida porque son las detonadoras de más dudas en mí…
¿Democratización de la cultura? La construcción social y la identidad de un país está fuertemente ligada a la pregunta que antecede este espacio, Bolivia a penas ha comenzado a fijarse en este término hace unos pocos años como un punto de reflexión y sostén.
La democratización cultural debería significar acercar a cada rincón de nuestro país el acceso a la educación, la cultura y las artes para que cada ciudadano que habita este territorio pueda ser parte de una visión de país, de ese descrito en nuestra constitución plurinacional y por su puesto pluricultural con todos los matices y las luces que implica la modernidad actual y global que nos atraviesa.
La construcción de un Estado Plurinacional ha complejizado el panorama a la hora de plantearnos un paradigma unificador sobre el panorama cultural no homogéneo que tenemos y que estamos construyendo y eso nos hace siempre tambalear a la hora del ejercicio cultural.
Para que se pueda hablar de democratización cultural, debemos partir de la democratización de la educación como punto de arranque y como fuente principal de ejercicio democrático de derechos y obligaciones de la ciudadanía boliviana. Es ahí que la democratización de la cultura cobra valor al usar como vehículo a la gestión cultural encaminada a ponerla al alcance de la gente.
¿En Bolivia es posible hablar de democratización de la cultura? Si partimos de esta duda, por supuesto que siempre encontraremos baches y tropiezos a la hora del ejercicio de la democratización cultural, porque en Bolivia aún no hemos podido subsanar nuestras divisiones históricas; este país se construye y desarma cada periodo de tiempo, no logrando nunca construir una base sólida de propuesta desde lo más básico. Nosotros, como ciudadanos de a pie, y el Estado, como articulador y salvaguarda de todos nuestros retazos que conforman esta nuestra pluralidad que nunca termina de aceptarse…
En sí, la democratización cultural debería ser ahora una bandera de lucha de todos los que nos convocamos a trabajar en pro de las culturas nacionales, ya que, a partir de ella, podremos comprender y aceptar que cada espacio territorial que conforman nuestra identidad boliviana tiene una construcción social a partir de las miles de verdades y realidades que se construyen; partiendo de esto podremos llevar a cabo todas las tareas y acciones que encaminen a construirla.
En conclusión, la mejor forma de poder encaminar el proceso de democratización cultural es trabajando en coordinación con el Estado central a través de sus unidades destinadas a la cultura y la educación en una combinación de tareas de cooperación y asistencia encaminadas a la generación de políticas públicas destinadas al conocimiento, reconocimiento y a la salvaguarda de los procesos culturales que se generan y así podremos encender las luces para que otros aspectos como el arte tengan los espacios adecuados y respetuosos para su reproducción, difusión y promoción.
La autora es gestora cultural (de alasitas).