La vitrina

Amalia Canedo

Suelo pensar bastante acerca de todas las propuestas que voy desarrollando desde lo personal- particular hasta la forma de poder indagar qué componentes pueden hacer que mis interlocutores puedan sentirse atrapados o muchas veces en conflicto. Vivimos en una sociedad que poco o nada genera empatía con las propuestas creativas que se van desarrollando, mucho está causado por nuestra visión egocéntrica en cómo planteamos nuestras propuestas, sin tomar en consideración qué es lo que como sociedad nos está constantemente haciendo daño (racismo, clasismo, homofobia, machismo, entre otros).

Ya en muchas oportunidades he repetido que el ejercicio artístico en Bolivia es un asunto de clase porque, para poder desarrollar cualidades artísticas, se debe tomar cursos, pasar clases, comprar instrumentos o insumos, debido a la falta de espacios públicos idóneos. Se necesita tener recursos económicos que permitan solventar estas inversiones y la necesidad nace a partir de las vivencias familiares o de un contexto específico que permite que seamos soñadores dado que otros asuntos, como la vivienda, el día a día, la alimentación y la educación primaria ya han sido subsanados.

Los espacios destinados al cultivo y desarrollo de las artes son muy pocos y muchas veces invisibles debido a la falta de oportunidades para su difusión y promoción y esto causa que sus costos de operación se vean triplicados para poder mantenerse en una sociedad que poco valor le da al desarrollo de sus capacidades creativas. Ahí también podemos sumar una visión unidireccional por parte de los gobiernos nacionales y sub-nacionales de turno a la hora generar propuestas a mediano y largo plazo, enfocadas a potenciar espacios de difusión, promoción y educación artística en sus diferentes etapas de desarrollo.

Algo que llama bastante la atención es la falta de unidad en la búsqueda de objetivos conjuntos. El sector cultural nunca percibe un futuro inmediato que dé tranquilidad para seguir aportando con propuestas que enriquezcan nuestra pluralidad y a su vez poder cuestionar e interpelar todo lo que está en constante ebullición en nuestro contexto. Es necesario encontrar puntos de inflexión que permitan resolver los problemas como la falta de públicos, la falta de empatía con el movimiento artístico, la falta de seriedad a la hora de generar propuestas a largo plazo, la falta de garantías laborales en entidades públicas y privadas, puesto que solo nos derivan a crisis constantes.

En resumen, el Estado boliviano sigue construyendo una visión centralista, burocrática, lenta y corrupta en sus prácticas, a pesar de plantearse plurinacional en su constitución, dificultando así las prácticas artísticas y culturales y generando anticuerpos en todos los que se dan a la tarea de gestionar espacios de arte y cultura. Entonces, ¿cómo (de)construimos?

La autora es gestora cultural (de alasitas).

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