Pasan los años y sigo siendo aprendiz de gestora cultural

Amalia Canedo

Vengo trabajando de forma empírica hace unos 19 años, el comienzo de está mi carrera en el campo cultural inició entre lo accidentado y el juego de manera temprana, mi ruta debía estar encaminada a la “justicia” que no existe en nuestro país (irónico), ese camino que más bien no terminó de clarificarse ante mi mirada, que cada día se torcía más hacia el sendero izquierdo de la carretera de mi vida, comenzamos a andar entre el juego de aprender a tocar tambores con la murga del colectivo de títeres y artistas potosinos, que en ese instante pertenecía al colectivo COMPA de la ciudad Satélite en el Alto. Cada día que compartíamos era de mucho aprendizaje en la vida de todos los casi adolescentes que frecuentábamos la casa de la familia Loredo Cárdenas ( Títeres Elwalky) , ahí creo que la vida de muchos de nosotros cambio de rumbo entre la militancia y el amor y fraternidad, con que los sueños se tejían eran poderosos, en cada rincón se respiraba arte y ese arte que decimos comprometidos con la revolución social y cultural que nosotros comenzábamos a sentir en nuestras vidas. Recuerdo muy gratamente los primeros encuentros con la firme creencia de que hacer militancia en el arte era comprender desde los cimientos del quehacer cultural en lo cotidiano, todo comenzaba como un juego y aún sigo pensando que ese deseo constante de jugar es el que hoy me permite seguir creando espacios para desarrollar mi creatividad y la creatividad de otros ellos llamados artistas. Yo llamada “gestora cultural” pero no de esas gestoras culturales formadas en las aulas universitarias, sino de esas que por el paso del tiempo y por el oficio que han desarrollado a base de trabajo pragmático y empírico se han hecho. De esos que son la mayoría de los que trabajamos diariamente en este oficio de soñar, de tejer y de observar nuestra realidad no desde una burbuja impermeable a su rol social sino desde la acción conjunta de construir espacios para desarrollar los talentos , las capacidades y por supuesto desde comprender nuestro entretejido cultural y social. Es complejo tan complejo que tenemos en nuestra vida cotidiana diferentes lenguajes que debemos aprender a interpretar y decodificar.

Son tantos años que venimos jugando con el rol de gestionar cultural, gestionar espacios de desarrollo principalmente para el arte, que hemos aprendido a siempre estar buceando en la profundidad de este complejo territorio que nos ha tocado, siempre en busca de la belleza en cada situación complicada y jodida que se nos presenta.

Cuando había comenzando a mis 16 años, entendía que esos espacios de escuchar música, de ver títeres en construcción, de ver ya las obras para poner en escena, de escuchar a cada uno de los componentes de ese colectivo tan rico en nuevas experiencias, en vivencias viejas, en revoluciones , en re construcción de una mirada nueva y esperanzadora que era la re fundación de nuestro país y pasar de ser una República con mirada colonialista , racista , clasista y porque no decir misógina y hegemónica, hacia la aceptación de nuestra pluralidad, compleja como es ahora nuestro Estado Plurinacional. Ahí fue cuando las decisiones sobre el rol que desempeñaba y desempeño ahora tenía mucho más sentido porque hablamos de cuestionar, de entablar diálogos que nos permita sentirnos identificados con nuestro ser boliviano. Por supuesto que aún seguimos en proceso de deconstrucción y de aceptación de la pluralidad que esta historia tendrá muchos años más para seguir en debate y en constante modificación – ¿por qué escogimos este camino?- porque estábamos convencidos de que se nos abría muy grande la puerta de la aceptación de la cultura, nuestra cultura como piedra fundamental de la construcción de la verdadera identidad boliviana .

Con los años aprendimos que el arte debe ser integral y debe constantemente cuestionarse porque también la belleza se encuentra en saber que no todo está escrito y nada está resuelto aún…

La autora es gestora cultura (de alasitas).

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