Arte, reciclaje y fe: un artista venezolano crea un mural gigante con más de 23.000 tapas de plástico
Foto: RT
Carlos Bleichner Delgado En el código de ética samurái, el Bushido, hay un principio fundamental: “no quejarse”. Durísimo; pero de las cosas desafiantes y ricas de asumir que tiene la dureza. Una tonicidad necesaria para avanzar. Vivimos en un país que abre el Corso de Corsos; pero las escuelas siguen cerradas o con muchas complicaciones para retomar la imprescindible presencialidad (no es una queja; son datos). Que el silencio que implica “no quejarse”; sea el germen de propuestas revolucionarias. Rompamos todo de calladites. La Pachi Sejas, la Paty Mendoza, la Caro Morón y yo estamos pariendo. Nuestro frágil retoño se llama: “Impulsos. Experiencia y programa en Artes Vivas”. Es loca la propuesta porque nace genuinamente de impulsos frescos, activos y con todas las facilidades y sacrificios para que se produzcan encuentros que nos transformen. Nos hemos tirado a la piscina de pescadito. Nos hemos pescadeado con un programa de 9 horas de formación/entrenamiento semanales, distribuidas en 4 talleres y un laboratorio de creación conjunta. Esta crisis nacida de la insatisfacción durará 4 meses. ¡¿Quiénes vienen a luchar en el barro con nosotres?! Sabemos que no es común, al menos en Cochabamba, invertir ese tiempo en “formación artística”; pero común es el Corso de Corsos. No nos interesa corresponder a las costumbres arraigadas por la inercia. Los impulsos son salvajes, sobrevivientes, corresponden a necesidades vitales, actualizadas, latentes, alertas, vivas, dinámicas y desprendidas. Necesitamos impulsarnos con procesos educativos y creativos, tener huecos/intersticios donde verter nuestros deseos; donde soñar para encarnar presentes anchos, rebosantes, plenos, desbordantes de vida. Esto no es publicidad, es clamor. Es un aullido a la manada con la que necesitamos encontrarnos para urdir juntes mejores presentes. El futuro es hoy, es aquí, es ahora. Dejen las mamadas que están haciendo y vengan a olernos. Haremos una charla informativa el viernes 11 de marzo a las 18hrs. ¡La experiencia empieza ya no más, el 14! Tramemos juntes el proceso. Te necesitamos. Tejamos las realidades que deseamos, no necesitamos transformar al “Estado”, monstruo frío, lejano e imaginario; con mirarnos a los ojos y dejar ver nuestras disformidades, podríamos estar encontrando más claves que nos ayuden a vivir el mundo con una sensualidad más perforante en su vulnerabilidad. Si no te da la vida para venir porque ya tienes tus huecos dónde verter tus impulsos; pasale este textito al cuate o cuata que está ch´ulla como nosotres. Somos bien giles para hacer publicidad, mi Facebook está medio muerto, no tengo Instagram; pero me gusta mear en las esquinas de, en estas columnas, para que huelas la tierra a la que perteneces. Vení a marcar territorio a nuestro centro cultural: La Madriguera. El territorio es de todes. Los detonantes son la danza y la actuación. Habrá mucho movimiento, análisis, clases teóricas que nos hacen falta en la llajta, acompañamiento y articulación entre les 4 docentes. De ahí a dónde podamos animarnos juntes; hasta donde nos dé el cuerpo para seguir asumiendo riesgos. “¿De qué se trata el riesgo? Lejos de hacer una apología de los deportes de riesgo, o de esos moralismos que empujan a vivir una vida no importa qué, esos moralismos cínicos, ella define el riesgo como que “abre un espacio desconocido”. Un riesgo no es una locura pura, tampoco una conducta apartada de las normas, ni siquiera un acto heroico. “Tal vez arriesgar la vida sea, para empezar, no morir”. Se trata de un riesgo que se precipita como resistencia a la vida neurótica, esa que calcula, que no pone en juego nada, que no pone de sí; esa vida que pretende saberlo todo anticipadamente, esa vida que pretende que podría haber garantías y certezas.” (En “Elogio del riesgo” de Anne Dufourmantelle). Los cojudos de los japoneses se han levantado después de haber sufrido 2 bombas atómicas. Belleza samurái. Tiro una botella al mar abierto con un mensaje: 71732448. El autor es actor y director de La Madriguera.
Amalia Canedo Vengo trabajando de forma empírica hace unos 19 años, el comienzo de está mi carrera en el campo cultural inició entre lo accidentado y el juego de manera temprana, mi ruta debía estar encaminada a la “justicia” que no existe en nuestro país (irónico), ese camino que más bien no terminó de clarificarse ante mi mirada, que cada día se torcía más hacia el sendero izquierdo de la carretera de mi vida, comenzamos a andar entre el juego de aprender a tocar tambores con la murga del colectivo de títeres y artistas potosinos, que en ese instante pertenecía al colectivo COMPA de la ciudad Satélite en el Alto. Cada día que compartíamos era de mucho aprendizaje en la vida de todos los casi adolescentes que frecuentábamos la casa de la familia Loredo Cárdenas ( Títeres Elwalky) , ahí creo que la vida de muchos de nosotros cambio de rumbo entre la militancia y el amor y fraternidad, con que los sueños se tejían eran poderosos, en cada rincón se respiraba arte y ese arte que decimos comprometidos con la revolución social y cultural que nosotros comenzábamos a sentir en nuestras vidas. Recuerdo muy gratamente los primeros encuentros con la firme creencia de que hacer militancia en el arte era comprender desde los cimientos del quehacer cultural en lo cotidiano, todo comenzaba como un juego y aún sigo pensando que ese deseo constante de jugar es el que hoy me permite seguir creando espacios para desarrollar mi creatividad y la creatividad de otros ellos llamados artistas. Yo llamada “gestora cultural” pero no de esas gestoras culturales formadas en las aulas universitarias, sino de esas que por el paso del tiempo y por el oficio que han desarrollado a base de trabajo pragmático y empírico se han hecho. De esos que son la mayoría de los que trabajamos diariamente en este oficio de soñar, de tejer y de observar nuestra realidad no desde una burbuja impermeable a su rol social sino desde la acción conjunta de construir espacios para desarrollar los talentos , las capacidades y por supuesto desde comprender nuestro entretejido cultural y social. Es complejo tan complejo que tenemos en nuestra vida cotidiana diferentes lenguajes que debemos aprender a interpretar y decodificar. Son tantos años que venimos jugando con el rol de gestionar cultural, gestionar espacios de desarrollo principalmente para el arte, que hemos aprendido a siempre estar buceando en la profundidad de este complejo territorio que nos ha tocado, siempre en busca de la belleza en cada situación complicada y jodida que se nos presenta. Cuando había comenzando a mis 16 años, entendía que esos espacios de escuchar música, de ver títeres en construcción, de ver ya las obras para poner en escena, de escuchar a cada uno de los componentes de ese colectivo tan rico en nuevas experiencias, en vivencias viejas, en revoluciones , en re construcción de una mirada nueva y esperanzadora que era la re fundación de nuestro país y pasar de ser una República con mirada colonialista , racista , clasista y porque no decir misógina y hegemónica, hacia la aceptación de nuestra pluralidad, compleja como es ahora nuestro Estado Plurinacional. Ahí fue cuando las decisiones sobre el rol que desempeñaba y desempeño ahora tenía mucho más sentido porque hablamos de cuestionar, de entablar diálogos que nos permita sentirnos identificados con nuestro ser boliviano. Por supuesto que aún seguimos en proceso de deconstrucción y de aceptación de la pluralidad que esta historia tendrá muchos años más para seguir en debate y en constante modificación – ¿por qué escogimos este camino?- porque estábamos convencidos de que se nos abría muy grande la puerta de la aceptación de la cultura, nuestra cultura como piedra fundamental de la construcción de la verdadera identidad boliviana . Con los años aprendimos que el arte debe ser integral y debe constantemente cuestionarse porque también la belleza se encuentra en saber que no todo está escrito y nada está resuelto aún… La autora es gestora cultura (de alasitas).
Pasan los años y sigo siendo aprendiz de gestora cultural Leer más »
Carolina Morón Despellejar los sesos a pura palabra cruda Cuando alguien muere nos decimos estar en duelo, – que palabra enorme- pensé al visitar la apacheta de los 11 compañeros asesinados en la masacre de Huayllani, mientras quien parecía el abuelo de uno de ellos recolectaba las flores viejas y las cambiaba por unas frescas. La palabra duelo me remite a dolor, a dos espadachines y a muerte, en tanto, me remite a tristeza y a combate. Es quizás esta palabra la gran contenedora de esas emociones en tensión , es una palabra que cae hacia un punto específico en el tiempo, a una “etapa de la vida” y aunque ahí donde punza es donde más duele, también el dolor demora, dilata, se escabulle y se es durante toda la vida de una y durante todas las vidas de muchxs. Los duelos se heredan, viven en la piel, en las venas, en los pies, en los ojos aguados que se hacen cascadas que a chorros incontenibles salen corriendo a invadir y proclamarse como tal, como duelo vivo, duelo latente. Doler entonces es memoria y es combate, refugio y ataque. ¿Cómo es el duelo que se va de nuestra mirada próxima y hasta de nuestra experiencia, pero que se instala en el pecho angustiado? Hay muchas maneras de contar nuestra historia, sin duda la más estremecedora es la que se cuenta desde la muerte, pues es entonces que la fragilidad humana de los libros se hace carne. Detenerse a pensar la historia desde los cuerpos arrebatados y demorarse en ese pensamiento es un homenaje, hablar de las ausencias sigue siendo ese tabú que convierte a las vidas arrebatadas en olvido, por tanto el acto de demorar el entendimiento y respirar las ausencias son actos de resistencia ante la historia hegemónica que escribe precoz los complejos caminos trazados como si fueran una línea recta y simplona, la tendencia de esta historia hegemónica es precisa y selectiva en lo que le conviene, tiene el poder de administrar las palabras, de sabotear nuestras subjetividades mediante las mismas y así hablar poco o nada de los tramos e intersecciones oscuras en el caminar de nuestra historia profunda, aquellas llenas de duelos desprevenidos y tristezas rabiosas, maestras de todos y todas nosotras, los tramos donde la verdad abunda. Lo que nos enmarca en un duelo colectivo e histórico son las masacres a nuestros pueblos. El término masacre se define de varios modos, entre ellos destaca el del diccionario de uso español “matanza salvaje de personas” un homicidio masivo premeditado y detonado por un gran desprecio a la vida humana. El historiador José Emilio Burucúa, nos explica que en la antigüedad “la masacre aparece como un derecho del monarca, porque el monarca construye su poder a partir de eso” lo que nos abre hacia la discusión en el presente del ¿por qué siguen sucediendo las masacres? ¿Qué pasa cuando demoramos nuestro entendimiento en ellas, las masacres? ¿Cómo generar espacios de pensamiento en el horror y la tristeza que traen consigo? Quizás la poesía es esa generadora de espacios. El sentimiento de responsabilidad de quienes aún estamos en vida se traduce en intentos de honrar, deshilar, volver a mirar, seguir doliendo esos momentos marcados por la violencia bélica desmedida. Cada una de las formas en las que se manifiesta el duelo es un clamor por justicia y el encuentro de un presente sensible que toma de la mano a un pasado espeso. San Juan, Tolata, Epizana, Villa Tunari, Huayllani, Senkata, todas masacres desgarradoras, políticas y sistemáticas, con un fondo capitalista dominante compartido donde los asesinadxs son los mismos hermanos y hermanas de siempre. ¿No tendría el tiempo que dotarnos de las agallas para nombrar la muerte y así fortalecer la trinchera en contra el “olvido y perdón”? La muerte no es solo de quien se va, sino de quien se queda, La muerte no se disimula, se la traga entera y de golpe. No es igual la incertidumbre del que muere accidentado a la certeza de quien muere envuelto en balas con rostro, esa es la muerte arrebatada, despojada, arrancada, calculada. Escribir a la muerte arrebatada es escribir a los cuerpos situados en un contexto, territorio y tiempo concreto, con una historia y experiencia específica, es escribir entre las tensiones de la política y el dolor desde el registro sensible de los hechos. La muerte y las ausencias son temas que siempre vuelven en el mundo de la poesía, pero ¿qué y cómo es hablar de la muerte desde la poesía en este tiempo? Cuando un cuerpo se ausenta las palabras se quiebran y estallan, empiezan a hacer lo que pueden para dar cierto orden y sentido a una cascada imparable de emociones. ¡Los han matado! era el murmullo que empezaba como un fantasma y que de golpe se hacía tangible en noviembre de 2019, son más de 2 años desde que la violencia de Estado en su explícita cúspide se expresada con montones de militares armados, en tanques y helicópteros disparando al pueblo boliviano. Con registros, informes, testimonios sobre estos hechos ¿Cómo es posible, que a día de hoy, tantxs actúen como si no hubiera pasado nada? Cada momento de escritura para y por los ausentes de las masacres de nuestra historia es un repensar cuánto deseo que no existieran las razones para hacerlo, sin embargo razones sobran. Los desmemoriados atrevidos son una de ellas, gran ejemplo los artistas que se autonombran apolíticos pero que en sus acciones siembran discursos y dispositivos de odio y olvido, anteponiendo así el ego frágil de artista de élite que no es más que el ímpetu de irresponsabilidad que los conduce a vivir aplaudiendo militares en lugar de acompañar el dolor del pueblo. Poco se habla del arte de tinte liberal y su peligrosa incidencia en la subjetividad e imaginario colectivo, y tristemente también es poco lo que se habla del impacto de la muerte en el colectivo, todo lo que viene después del arrebato, todas las emociones que se
Poesía y política ¿un compromiso con la muerte? Leer más »
Carlos Bleichner Delgado Este enero, esta ola, en Bolivia; está demandando parar. Cuesta parar. Duele resignar proyectos que vinculamos a sueños. ¿Posponerlos? Ni sé si estamos posponiendo o cancelando. Desde el paradigma actoral que vengo compartiendo en estas columnas, y con el que decido transitar el mundo, es sorprendente darse cuenta en carne propia y observando otros cuerpos actuar, que: la arritmia es vida. Cuando una actriz/actor dice su texto con una cadencia inmutable; es CASI un significante de que no está hablando, no está viviendo lo que dice, está tirando las palabras (a veces como si fuera sólo un ejercicio de memoria). En cambio, cuando una actriz/actor se detiene en medio de una palabra, de una oración, se pierde, le urgen respuestas, lo que dice no le alcanza, se acelera, y se deja sorprender por velocidades variables de habla y de escucha; asistimos a un acontecimiento, la realidad de la obra se ensancha, experimentamos la situación que la obra esté desarrollando. Vivimos. Es muy difícil dejarse llevar por las arritmias de lo vivo. Sucede poco; sigamos entrenando. Pero OJO, dije CASI a todo esto; porque puede ser que alguien que crea mucho en esto, se dedique a la reproducción formal de velocidades aleatorias. En ese caso asistiríamos a una actuación que busca causar la impresión que lo vivo ocasiona; pero desarrollando un PARECER y no un SER o mejor aún, un ESTAR. La diferencia es radical. Una actuación que busca parecer, busca manipular al otre; una actuación que busca estar, busca modificarse. La diferencia es política. Por ahí va la cuestión misteriosa: estar. No se trataría de romper ritmos como cuestión de formas. No porque de repente hable más rápido estaré más presente. Se trataría de activar un modo de estar, que a través de la percepción se integre de una manera comprensiva con los tiempos, ritmos y velocidades que el aquí y ahora detona. Abrirnos al vértigo. Es un reto. A veces parece imposible este nivel de encuentro, ¿cómo lo activo? Cuando juegas tenis, viene la bola, no te desesperas ni te lerdeas y le das en el momento justo, en el lugar justo: eso es. Cuando sacas abrigo para tu hije cuando hace sol; pero de repente se larga la lluvia y se pone frío: esa percepción es. A veces parece azar; pero es más seductor pensar que en realidad es percepción. Necesitamos seducirnos. Lo erótico mueve montañas, surfea las mejores olas. Cuando hueles los pensamientos de alguien: eureka, ni pensaste en el ritmo, ya estás actuando y te juro que esa velocidad no es estable. Cuando pienso como mi abuelo digo: “los chicos de hoy viven todo más rápido no pueden parar la tecnología les ha atrofiado el cerebro”. ¡Y en parte es cierto! Pero no son les chiques de hoy nada más; somos nosotres también. Mi hijo, cuando pone la leche al microondas, mientras calienta, se pone a correr alrededor del departamento, tiene un circuito. Me emputaba que haga eso. ¡Cómo no puede esperar! Un día lo encaré, hablamos de Toph, de “Avatar, la leyenda de Aang”: ¿Qué le enseña la Toph al Aang? A escuchar y esperar. ¿Y por qué tienes locoto en el poto y no puedes esperar a que el microondas caliente tu leche y te pones a dar vueltas por la casa? Estoy jugando papá. Me gusta calentar mi leche porque quiero ver si puedo llegar más lejos en el mismo tiempo. Eso es. Soy un boludo, obvio. ¿Qué quería, que se quede mirando el microondas? Necesitamos jugar con el tiempo. ¿Cómo puedes jugar si no estás? Es una cuestión de respeto y de avasallamiento. Si la ola de enero me dice que no puedo volver a presentar nuestra obra porque hay muchos contagios; necesito respetarla. Me preocupa que el elenco se disuelva, que la data que fueron adquiriendo los cuerpos se pierda, que la apertura que fuimos construyendo a paso de una hormiga bien lentita, laboriosa y escurridiza se cierre o se acomode en lugares cómodos y conocidos. Tengo miedo a que dejemos de sentir, que se cierre nuestra piel por miedo a contagiarnos, que perdamos el olfato por obturarlo con barbijos, que nos tengamos más miedo del que nos tenemos (miedo a la otredad) porque la distancia social nos lo autoriza. Hace años, cuando unes compañeres actuaban en la universidad en Bs. As., un compañero estaba muy incómodo en el piso. La maestra, Silvina Sabater, le dijo que se acomodara. Después de algunos intentos fatigosos, él le respondió que no podía; no sabía cómo. No encontraba el piso. A lo cual la maestra le dijo que simplemente escuche su cuerpo. No existe un manual que indique paso a paso cómo apoyarse; especialmente en una situación desconocida. No siempre los mejores apoyos del cuerpo son los pies y necesitamos escuchar nuestros cuerpos para apoyarnos en zonas que a veces ni sabemos nombrar. Nuestros cuerpos se acomodan solos, como gatos. Si insisto mucho, exactamente por ahí no es. Nuestros cuerpos, en sus naturalezas, son más sabios que nosotres. Comprenden que el tiempo es la materia prima de todo y, por ende, saben degustarlo. Necesitan relajarse para apoyarse; encontrar el piso. Arraigarse. Estar presentes. Cuesta un huevo a veces. Soltar. Aflojar. Dejar girar el timón. Pero las incertidumbres, los contratiempos; no dependen de nosotres. Lo más hábil que podemos hacer es jugar distendides con lo que hay en el entorno. Dejarnos sorprender por el mar y sus tiempos insólitos es germen de creación. El autor es actor.
Somos actores/actrices surfeando la multitudinosa mar Leer más »
Amalia Canedo Sabemos que el arte tiene la capacidad de provocar una reflexión, de plantear ideas completamente nuevas, o de mirar las mismas cosas de siempre con otros ojos; y si queremos un mundo mejor, esta es una capacidad que no podemos desaprovechar. En el mundo entero otro año más que se va y en Bolivia sin buenas noticias que permita tener un horizonte de seguridad en nuestro oficio, como todos los años la cultura va siendo más relegada en la cola de las necesidades primarias de nuestro entretejido social, seguimos siendo el ruido sin sintonía para nuestras autoridades y por supuesto para la sociedad en su conjunto. Cada año nos despertamos con la seguridad que tenemos de seguir creando a pesar de que no hay condiciones dignas , ni si quiera mínimas pero aún así seguimos en este camino , si les preguntaran a cada uno de los que sostienen este universo llamado sector cultural qué los mueve para seguir creando, sin dudarlo todos seguiríamos diciendo – creemos en la transformación social, creemos en las utopías, creemos que al crear entregamos nuestro espíritu en ofrende a la colectividad que nos acoge y que muchas veces también nos da la espalda, creamos porque tenemos la necesidad de cuestionarnos, de entregarnos en el abismo de la esperanza… Cada año suma un pedazo de sueños que estamos empeñados en ejercer, la cultura a través del arte constituye la esencia de nuestra vida cotidiana y la que nos permite seguir avanzando. Este año que se nos va es un año que nos ha permitido recuperar la institucionalidad con la vuelta del Ministerio de Cultura, Descolonización y Despatriarcalización que se nos arrebato el año 2020 (antes llamado Ministerio de Culturas y Turismo) pero aún así seguimos con la resaca del nunca poder alcanzar la representatividad necesaria. Precisamente el arte, es un territorio que no tiene cabida en la construcción de políticas de estado que comprometan a la educación acoger las expresiones artísticas como parte de los programas educativos y la malla curricular estudiantil cada vez más alejada de la creatividad y la creación generando siempre personas repetidoras de información y no seres independientes que puedan generar empatía ….señores el ARTE dignifica al ser humano , comencemos a dar el espacio necesario y urgente, desarrollemos espacios de interacción de nuestros niños y adolescentes con las diferentes manifestaciones artísticas, démosles la oportunidad de ¡soñar! La Unesco ha señalado que el dominio de la cultura y las artes es fundamental para el desarrollo de las personas. Por este mismo motivo, incentiva a diseñar programas educativos que incorporen estas ramas del conocimiento. Los beneficios son diversos: la educación en arte propicia el pensamiento alternativo y la búsqueda de soluciones creativas a los problemas, favorece cualidades como la tolerancia y la sensibilidad, ayuda a que se aprecie la diversidad y se abra un diálogo intercultural, además de desarrollar otras habilidades intelectuales y creativas del individuo. Para finalizar este día, mi espacio de encuentro con ustedes, mi deseo de fin de año es que nos reencontremos en el arte, nos miremos a través de los ojos del pintor, de las palabras del escritor, nos iremos y volveremos en las melodías de la música, nuestro país necesita de sus artistas, necesita del arte para avanzar en unidad, en esa unidad que construye con las diferencias y que acepta nuestra pluralidad. La autora es gestora cultural (de alasitas).
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Amalia Canedo En la Declaración de los Derechos Humanos se establece: “el derecho a participar y disfrutar de los beneficios de la cultura, las artes y la ciencia, en la búsqueda del conocimiento, la comprensión y la creatividad humana”. Del párrafo anterior no llegamos a cumplir con todo lo pactado como derecho humano, desde la mirada de trabajadora cultural siempre vengo pataleando cuando de tratos con direcciones publicas hablamos. La venta de servicios artísticos ha dejado de ser las cosas que más nos gustan a los trabajadores culturales, nos tratan como si siempre les debiéramos el agradecimiento por habernos contratado…Si señores y señoras la realidad hace que los trabajadores públicos se sientan dueños de los recursos destinados a la gestión cultural publica y el maltrato es constante y pesado desde que siempre se piensa que los trabajadores culturales no cumplimos con un oficio y que lo que hacemos deberíamos regalarlo. Lo poco que se recibe podría ser recibido con dignidad si los procesos de pago y de informes no fueran tan tediosos, un proceso de pago llega a demorar aproximadamente 6 meses si es que nos pagan sin dramas pero en la realidad montones de veces nos vemos en la necesidad de re-negociar lo que por honor se había firmado. ¿Y es que acaso no cumplimos un rol social? Si a cualquier gestor, artistas, promotor cultural, etcétera, le preguntaras si ganan dignamente en las contrataciones artísticas, cualquiera respondería: solo se recuperan los gastos en comunicación y transportes y no se llega a percibir una ganancia real por todo lo que significa montar una actividad artística. Tengo una duda constante y es acaso los funcionarios públicos destinados a la administración cultural ¿no tienen conocimiento sobre lo que significa montar una obra artística? : Lleva su tiempo de reflexión, maduración, concluyendo en la propuesta final que es la que se muestra en los escenarios destinados a estas contrataciones. Vivir del trabajo cultural si no somos nosotros mismos los que la gestionamos y los que cobramos las entradas, los que publicitamos, los que difundimos no podríamos pretender hacer que la cultura sea nuestro cotidiano. Si la función pública constantemente nos maltrata es mucho más terrible la situación de rechazo que lo privado genera en torno a los trabajadores culturales, no hay disponibilidad de recursos para el fomento cultural porque se ha construido la visión de que el proceso cultural es un gasto insulso que no les genera ganancias directas e indirectas. Podremos no echarles la culpa a los empresarios privados o a los encargados de gerencia de estas instancias privadas y es porque el Estado-Gobierno poco hace para garantizar el mínimo espacio de respaldo a través de destinar acciones encaminadas a generar difusión y promoción de sus artistas. Si de políticas públicas habláramos y cantáramos no hay muchas que hayan garantizado la visibilidad y difusión de procesos culturales y tampoco artísticos, no se están trabajando propuestas que coadyuven a que las obras artísticas y los procesos culturales tengan un espacio dentro de la educación pública y privada de nuestro país. Es urgente retomar el diálogo y la discusión sobre los derechos laborales de los trabajadores culturales para hablar de dejar huellas contundentes en la toma de nuestro poder real que es la sensibilidad de nuestro medio y de nosotros mismos. Los seres humanos nos diferenciamos de otros organismos vivos en la capacidad de reflexionar, de crear y de aspirar a mejores mundos. Y es ahí donde las manifestaciones artísticas son fundamentales para las sociedades. La autora es gestora cultural (de alasitas).
Sentimos el agotamiento por la falta de empatía Leer más »
Amalia Canedo Nunca podemos llegar a un consenso general sobre las necesidades que debemos exigir al Estado que se garantice para el ejercicio responsable y visible de los trabajadores culturales en algo que sí quedamos casi la mayoría o todos de acuerdo es en la urgencia de la promulgación de una ley marco de culturales que nos ayude a desarrollar a más profundidad cada área y cada requisito particular, vengo ejerciendo el rol de gestora cultural de forma empírica alrededor de 18 años y en todo este tiempo de ejercicio laboral hemos tenido muchas más reuniones y encuentros para poder llegar al puerto final de promulgación de una ley que nos ampare pero entre intereses particulares y desinterés de los legisladores llamados a proteger(nos) nunca se ha logrado llegar al mandato colectivo. – ¿Nos desmotiva?- Muchas veces podemos pensar que tirar la toalla en este oficio es de las constantes que nos atormentan en las noches de mayor insomnio pero este rol suele atraparte hasta cuando vas a decidir salirte de la ruta , es un constante tiro al abismo en el que, el que salta nunca termina de caer pero que en la caída libre está la adrenalina, entonces despertamos con la sensación de que el corazón se nos sale y que nuestro aliento está demasiado acelerado, eso amigues nos pasa todos los días cuando construimos proyectos y cuando vamos dándoles forma , vivimos con adrenalina constante, falta mucho camino por transitar para que nuestro país tenga un legado cultural legalmente protegido porque no estamos construyendo la balanza que nos ayude a equilibrar nuestros objetivos , nuestros sueños y la realidad que tenemos como sociedad. Cada oficioso independiente que realiza la rama cultural en sus diversas manifestaciones lo realiza desde un sentido de compromiso con sus ilusiones y el deseo por supuesto de construir un presente digno en un país que todo el tiempo mina los caminos, ahí solemos tratar de bailar siempre sobre la punta de nuestros dedos tratando de evitar ese explosión que nos pueda acallar… La gestión cultural como ejercicio de utopías conduce a seguir andando, seguir soñando y a pesar de que casi nunca la gestión pública está abierta a recibir nuevos sueños, la caminamos desde nuestras posibilidades, muchas veces limitadas. Abrimos territorios de encuentro con la ilusión de que desde el pequeño espacio cultural podamos contribuir al diálogo, el encuentro y el reconocimiento de quiénes somos y quien nos habita pero la falta de interés gubernamental traducido en verdaderas políticas públicas a favor de cultura sean reales y no simplemente eventuales, la eterna burocracia cultural, la falta de sensibilidad gubernamental, va mutilando las esperanzas , aún ahí cada día aparece un nuevo loco que está convencido de que la cultura sana y recompone el tejido social que siempre está a punto de reventar porque nuestra Bolivia vive una crisis de identidad profunda que siempre pone en riesgo los sueños de construcción colectiva. Para cerrar este nuevo escrito podemos decir que hay que dejar de ver al Estado como facilitador de recursos económicos para realizar actividades eventuales y comenzar a cuestionar cual es nuestro rol como gestores de cultura dentro de nuestra sociedad. -¿qué deseamos dejar como legado a as futuras generaciones bolivianas?- La autora es gestora cultural (de alasitas).
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Habitar las preguntas Juanqui Arévalo El pasado 10 de octubre se llevó a cabo la final del Concurso Municipal de Danza “Melba Zárate – Creadores de Lenguajes” para piezas escénicas en la ciudad de La Paz, aquello que debió ser una celebración de las pulsiones creativas de la escena de la danza paceña desencadenó rápidamente en una caótica consecución de eventos que visibilizaron, tanto las carencias de conocimientos técnicos y organizacionales de la producción del concurso, como la falta de comunicación y atención que se prestó a lxs participantes. Con el público ya acomodado en los asientos del teatro Municipal Modesta Sanjines, el evento demoró más de lo que comúnmente se demora en iniciar un acontecimiento teatral, sabemos que la puntualidad no es nuestro fuerte. Poco después se pudo alertar que aún no estaban instalados varios de los requerimientos técnicos básicos para el desarrollo de piezas de danza. Ante una platea llena, más de media hora después del horario anunciado para el inicio del evento, se vieron llegar los tapetes para recién ser instalados en el escenario. El murmullo que inició entre lxs asistentes devino en indignación expandida en las redes sociales. Detrás de escena lxs concursantes, coreógrafxs e incluso el jurado compuesto por otrxs agentes de la danza paceña se pusieron a resolver de múltiples maneras los vacíos dejados por la organización. Mientras en la platea, lxs asistentes iniciaron cantos de “respeto a los artistas”.El concurso dio inicio, con las compañías, colectivos y escuelas presentando sus obras en medio de una improvisada “gala”, que no pudo contener sus trabajos como se esperaba. El Concurso Municipal Melba Zárate es realizado con fondos públicos, su convocatoria es muy clara al nombrar todas las obligaciones y responsabilidades que deben asumir quienes aplican al mismo, pero en ningún lugar del documento nombran las obligaciones y compromisos por parte de la organización, dependiente de la Secretaría Municipal de Culturas. Al no tener esa información, lxs participantes no cuentan con un respaldo que les permita exigir condiciones básicas y óptimas para que el concurso se desarrolle y que les posibilite, por ejemplo, pedir una reprogramación o postergación del mismo si estas no se cumplen. Por el contrario, se corre el riesgo de precarizar el trabajo de lxs artistas, como se vivió en esta última versión. Al tratarse de un concurso de carácter competitivo y con premios en efectivo, cualquier falla en sus disposiciones puede afectar directamente al desempeño de lxs bailarines y la realización de las coreografías. Al tratarse de un concurso, una falla técnica (de iluminación, por ejemplo) ajena a las obras, puede afectar en la percepción de la pieza presentada y por ende disminuir su puntuación. Ante una Secretaría de Culturas que sufrió, como otras instituciones municipales y gubernamentales, el recorte económico consecuencia de la pandemia hay que sumarle el cambio de gestión luego de las elecciones municipales y que el próximo año se fusionará con Turismo en la misma secretaría. Esta consecución de cambios puede afectar, no solo los Concursos Municipales, sino también a todos los programas de fomento a la cultura del Municipio y es llamado de alerta, a la ciudadanía en general, a los sectores culturales y artísticos y al Consejo Ciudadano de Planificación de las Culturas y las Artes CONCIPCULTA, a defender que el dinero público destinado a las culturas y las artes sea administrado de la mejor manera posible. ¿El show debe continuar? Al realizar un trabajo coreográfico hay una inversión de tiempo y dedicación comunitaria que moviliza, no solamente formas, sino también afectos. Los móviles y el deseo de presentarse a un concurso de esta naturaleza, pasar la fase de selección e invertir en el proceso creativo y de producción son fuerzas suficientes para necesitar presentárselo a un público. Pero ¿Cuánto se puede aguantar? Lxs artistas se encuentran constantemente en esta negociación consigo mismxs, por ganar un reconocimiento por su trabajo, por las ganas de presentar aquello a lo que le dedican su tiempo, por recuperar inversiones, por generar economías, por enunciar y hacer presente sus modos de estar en el mundo, por esas mismas razones es necesario encontrar mecanismos y practicas de dignificación de nuestro trabajo y no precarizarlo, a la larga ceder ante estos atropellos, pensando nuevamente en el ejercicio micropolítico, debilita la ya frágil y desigual relación artista-institución. Escuche a uno de los participantes del concurso, que luego de la turbulencia vivida antes de su presentación citaba la frase “the show must go on”. Yo creo que no, en ciertas circunstancias no se puede continuar, y es necesario hacerlo saber. El autor es Danzarín y dramaturgo.
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Carlos Bleichner Delgado Me preparaba para escribir. Procrastinaba. Me cuesta mucho saber si hacerme un café es una necesidad o procrastinación. Siento mariposas en el estómago. Evidentemente estoy enamorado de algo. No saber bien de qué; es lo que me pone un poco nervioso. Pienso que si sabría muy bien de qué; tal vez perdería un poco el misterio, y entonces no estaría tan enamorado. Me gusta estar nervioso. No siempre me animo a darle curso. Agua entonces. No pierdo tiempo en hacerme el café. Sólo pongo agua a la taza; así tengo un objeto con el cual poder respirar un poco (como la toalla de los jugadores de tenis; no importa el sudor realmente, sólo tomarme un tiempito, respirar entre games, antes de iniciar el siguiente game). Conducía por un lugar de la ciudad de Cochabamba que me hacía referencia a Octubre del 2019. Duro decirlo. Mes de mierda. Perdón. Este lugar no se vinculaba mucho a una zona en la que yo había estado presencialmente en esas noches. Pero sí era un lugar más peligroso; porque era un lugar por donde habían estado mis papás y mi hermana. Me siento frágil mientras conduzco. A la vez percibo la fragilidad de estar yendo a dejar a mi hijita chiquita a uno de sus primeros días de jardín. Ella elije la música. Me sorprende. Me reprocho por festejar demasiado cuando elije algo que sí me gusta. Ojalá no vuelva a poner Stratovarius, pienso. Pero igual disfruto; de las mariposas, de mi hijita eligiendo, y de la posibilidad de jugar al tenis sin jugar al tenis: escribiendo. ¡Pero mierda! ¡Octubre! Eso no es tan disfrutable. Pero… Yoshi Oida (googleenlo si les da ganas, era actor) puso en palabras algo muy hermoso que venimos trabajando muches: “El actor invisible”. Intuyo que por ahí va la cosa. En un arte, que tradicionalmente se abocó a provocar fascinación, rostridad; que el objetivo común fue llegar a ser “una estrella”, “una diva” (star-system); el cuate japonés viene a decir que lo mejor es: ¡desaparecer! “El actor invisible”: se trata de una actuación en la que no prime el “yo”. La potencia de que “yo” desaparezca está en que sólo así, una individualidad deja de monopolizar “el sistema-obra/teatral/artística”; y emerge la posibilidad de actuar en red; es decir, que la construcción sea colectiva. Esto, es un posicionamiento político. “El actor red, no es lo que hace él mismo/sólo; sino el actor más sus conexiones”, parafraseando a Latour. Preguntémonos: ¿Cómo hacemos nuestras obras? ¿Cómo laburamos? ¿Cuánto necesito al otre? ¿Cuánto me animo a necesitarlo? ¿Cuánto me animo a aceptar esa necesidad? ¿Cuánto insisto en hacerlo sólo y/o a mi manera? ¿Cuánto me animo, hoy, ahoritita, a desaparecer? Fui al baño. No sé si realmente necesitaba; o tengo miedo a seguir escribiendo. Agua. Toalla. Respiremos. Un par de games más. No sé si escribir esto: “Un Mesi, sin un equipo que lo contenga y sostenga; es como estar con diarrea, encontrar un baño que te salve, pero no hay papel”. Evidentemente, no importa si voy al baño, si “procrastino”, o qué; en mi cuerpo (a veces más que en mis pensamientos) van a seguir estos conflictos: Octubre. Entre muchas frases mentirosas, desde una perspectiva: “¡No tenemos miedo, carajo!”. ¿Quién no se cagó de miedo? ¿Cómo no tener miedo? El problema, creo, no es “tener miedo”; es no permitirnos aceptarlo, o las situaciones que dificultan que lo aceptemos (ahí actuamos ideas; no procesos aquí y ahora). Tal vez, el arte, el deporte, cuando enfoca en reproducir “héroes”; hace eco de un deseo que nos quisiera hacer creer “todopoderosos”: sin miedo, estrellas, individualidades. “En el fondo, todos tenemos miedo”, dice un personaje en una obrita que estamos trabajando. “El aire está cargado de gritos; pero la costumbre los acalla”, escribió Becket. Segunda vez que fui al baño y no estoy escribiendo tanto tiempo. Sólo tomé una taza de agua. Hice pis las 2 veces, también era una necesidad. Pienso: “soy valiente; pero esto no quiere decir que no tenga miedo”. Vamos de a poco. Realmente no necesito sobresalir, me digo. Cuando “nos dejamos ver” (distinto a cuando “nos mostramos”, dice mi maestro Cacace) hay vulnerabilidad. Esta vulnerabilidad implica riesgo; implica valentía. No implica ponerme la máscara de héroe. Es un proceso que tiene que ver más con la desnudez que con la espectacularidad. La espectacularidad avasalla, impone, en su fascinación: idiotiza, irrumpe, viola. Respiremos. En la vulnerabilidad hay una clave. En la vulnerabilidad necesito escucharte; me reconozco insuficiente. En vulnerabilidad, amo. Escucho de verdad. Mi “yo” se diluye; desaparezco. Me transformo. Se acabó el agua. No tengo de dónde agarrarme. Lloro. La puta madre. No hay nada que se pueda decir de tanta mierda, de insatisfacción, de tanto confrontamiento, pelea, muerte, balas, gritos, imposiciones, egos, dedos en el culo. ¡Qué mierda! Los gritos no entran muy del todo en el papel. Perdón. Váyanse a la mierda. Nada de esto debió haber pasado. Nos fuimos a carajo. ¿Podemos escucharnos ahora? ¿hay otra opción? No grito yo; gritamos todos. Nuestros gritos están ahogados. ¿cómo continuar? Perdimos el partido. Fue un partido de mierda la verdad. Nos la pasamos pensando. Queriendo ganar. Sin escuchar a les otres. No hubo tenis. No hubo obra. No hubo colectividad. Colectividad no debiera ser un grupo afín; debiera ser todes les giles que habitamos este puto suelo. ¡Quiero seguir chupando contigo amigo polarizado, que se juega por UNO de los extremos, reconozcamos la incomodidad y veamos en que se puede convertir la urticaria que nos damos! Quiero marear mi ego. Quiero que temamos a cosas más lindas. A cosas que nos hagan crecer; no a cosas que nos impiden crecer. Confiemos en la obra. Seguro tendrá muchas cosas impensadas que nos harán remar juntes. Por ahí va bombones. No tengo la menor puta idea de cómo; pero arriesguemos disrupciones en las escrituras, en las dramaturgias de héroes de la verga, en nuestras obras, en nuestras actuaciones, en las obras que nos acojudizan; que a nombre de