Carlos Bleichner Delgado El puente del actor/actriz para comprender/cohabitar el mundo es su percepción (desde la perspectiva que nos gusta entrenar; pues hay otros modos de actuar). Entonces no puedo evitar percibir alguna tensión física antes de empezar a escribir. Justo en ese momento de silencio, incertidumbre, con el que decido enfrentar a la hoja en blanco; mi cuerpo me habla. Hoy noté que tenía el puño apretado, el pulgar izquierdo mordido por los otros 4 dedos. Este puño resulta relativamente fácil de desanudar. Noto aún un pequeño cosquilleo/tensión en el diafragma. Ésta tensión me pierde; es incontrolable. En realidad, no se trata de mí; no se trata de les actores/actrices. Son nuestros cuerpos. Es la percepción. Es la tensión que la concentro en mí; y no la dejo circular sus rutas. Me la expropio y se hace síntoma. Si citamos autores, capaz aparecen como héroes. ¿No los citamos entonces? ¿se trata de derechos de autor? ¿se trata de no apropiarme de algo que no “inventé” yo? Creo que todas esas cosas (y más) pueden ser. Pero hoy, decido citar, simplemente para que sea más fácil rastrearnos. Necesitamos oler rastros como sabuesos. Necesitamos percibirnos/encontrarnos. Norma Blazquez, escribió un texto sobre epistemología feminista. En él, se identifican dos éticas: la ética del cuidado y la ética de la dominación. Comprendiendo a la ética como una constelación de principios en los que encontramos sentidos y tratan de direccionar nuestras prácticas; la ética de la dominación vendría a ser el modo que prepondera las ganas de apresar las cosas/los vínculos, controlarlos y domarlos. Para domar algo, necesito callar algo, dominarlo (a veces implica no escuchar sus gritos). Lo que muchas veces hace e hizo la ciencia, ¿no? En cambio, la ética del cuidado prioriza la escucha. Percibir cómo están operando las relaciones, sin afán de subyugarlas; sino de cuidarnos, convivir. Nuestro cuerpo hermoso en su potencial de percepción, es el puente que conecta lo que llamamos “yo” con lo que llamamos “afuera”. Si afinamos esta guitarra que es nuestro cuerpo, afinando nuestros sentidos, quizás podamos también percibir que no sólo se trata de humanos, sino de animales, naturaleza, aire, piedras, ladrillos, montañas; ecosistemas. Hay un conflicto. Cuando abrimos más la percepción, nos sentimos más amenazades. Si escuchamos de verdad; no hay elección: nos modificamos. Ahí está la dificultad: permitirnos modificar. Te invito a imaginar una situación: viene tu hijo o hija (no importa si no tienes hijes, juguemos) lo notas rar@, hueles que quiere llorar, aunque aún no se le asoman las lágrimas; pero sabes que algo anda mal, pues percibes la tensión, luego te dice: “Estoy perdido”. Respiremos. Detengámonos un poquito. Imaginátelo. (Si te dan ganas, obvio) ¿Se te mueve el piso? Nuestro hijo nos planteó un problema, una necesidad. Lo escuchamos. Nos perdemos un poco con él. ¿Por qué está perdido? ¿qué hice mal? Escuchar nos dejó medio desnudes. ¿Qué harías? “Yo no quiero ser un producto de mi entorno; yo quiero que mi entorno sea un producto de mí”, dice un maleante en la peli “Infiltrados”. Rica peli. ¿Cómo actuamos con la vulnerabilidad que implica escuchar? Nuestra tendencia es fruncir el culito, ¿no? Agarrotar los músculos, taparnos en nuestras corazas, cerrar la percepción, dar respuestas rápidas, a veces mentirosas (pocas veces nos damos cuenta). De esa dureza de la coraza creería que devienen maleantes como éste. ¡Pero paremos el carro! ¡Yo también hago esa mierda! ¡Yo también soy un maleante! ¡Si muchas de las cosas que hacemos devienen de la ética de dominación! ¡Me escupo a mí mismo! Jajajajaja. ¿Cómo criamos a nuestres hijes? ¿Nos modifican, los domamos? ¿los preparamos para no sentir/ser heridos? ¿nos preparamos para ser dominantes? ¿Cómo me relaciono con el Ody? ¿Cuánto me sulfuro cuando mi hijo, mi compañera, yo, mi colega, mi jefe, mi empleado, se equivoca? ¿mi? ¿Cuándo me equivoco es porque algo se salió de control, no lo pude controlar? Juguemos a que sí. En ese caso equivocarse podría ser un germen de la ética del cuidado, en tanto que, algo se zafó de la dominación. Un problema más, entonces. Si cuido, ¿no puedo controlar nada? Sí. Si escucho no controlo, escucho en la medida que me lo permita, claro, a veces tengo ilusión de que controlo algo; pero la realidad salvaje es indomable, y eso es bellísimo, abismante, da miedo. Luego, es muy placentero intuir (no entender) que algo de esa tarea que me invocó cuidar, es comprendido, en parte, hoy; un pequeño encuentro. Y está rico entrenar para permitirse no querer nombrarlo o elaborar método/apresarlo; pues ponerle esposas a eso que me hizo feliz una vez, sería como una traición a la apertura del vínculo que nos permitió encontrarnos. Nada está resuelto bombones. Nadie tiene la respuesta. Además, la vida es compleja. No dicotómica (Blazquez, luego, profundiza en eso). En la vida, no en la teoría; las 2 éticas mencionadas hacen el amor apasionadamente. Deli. Y si están solas, tal vez sólo es una paja. También puedes decirle a tu pareja lo que te gusta; pero nunca será tan placentero como que te sorprenda con una jugada sucia e impensada. No tiene mucho sentido pelearse con “el otro”, siempre va a estar ese pendejo, y es astuto, no tiene rostro, se esconde en mi pulgar, se instala en mi diafragma. ¿No estamos cansades todes de tanto conflicto político partidario? Escuchemos ese cansancio. No es por ahí. Está más cerca. La dominación funciona a fuerza de cabezazos contra la pared. A fuerza de muertes. Nuestros cuerpos nos están hablando. Empiezo por aflojar mi pulgar mordido por mis otros 4 dedos. Respiro hondo porque la respiración tiene sus misterios y sus bellezas, me ayudan a aflojar el diafragma, a escribir, a fluir, a cuidarnos; pero tampoco puedo del todo. Entrenemos abrir la piel, olfatearnos y degustar las necesidades del presente. ¡Más bien no podemos del todo! Capaz sin ese cosquilleo/tensión no serían tan divertidas las curvas de la vida; y se convertirían en balazos. Abriendo, va poemita de Juarroz: https://www.escritas.org/es/t/7196/17 El autor