Mil días de Bolsonaro en el poder
María Constanza Costa Jair Bolsonaro cumplió mil días en el poder y desde ese enero de 2018 cuando asumió la presidencia la región todavía se pregunta: ¿Cómo puede Brasil estar gobernada por un personaje de estas características? Bolsonaro llegó a los mil días debilitado, con una agenda de problemas a resolver y con su imagen positiva por el piso. Quizás por eso el mayor exponente de la ultraderecha en América Latina tiene un discurso cada vez más radicalizado y ha optado solamente por hablarle a los propios, a ese 15% de los brasileños, que todavía se sienten identificados por el modelo de país, por las ideas y por el discurso que representa el presidente. En septiembre pasado, Bolsonaro hizo una apuesta fuerte a la movilización en respaldo a su figura y a sus medidas de gobierno. En sus cálculos políticos las manifestaciones iban a servir para recuperar iniciativa y para poder pisar el acelerador en sus ataques al poder judicial, al sistema electoral y a la oposición. Pero, con excepción de São Paulo, la cantidad de gente fue menor de lo que él suponía y el baño de masas esperado resultó un fracaso. El entusiasmo inicial que despertó el presidente entre sus votantes se desinfló con el tiempo. La mala gestión de la pandemia, el crecimiento de la pobreza con el fantasma del hambre que regresa, el deterioro de las instituciones democráticas y el aislamiento internacional del gigante sudamericano son sólo algunas de las cuestiones que explican ese desgaste y la pérdida de apoyo. Desde que comenzó la pandemia, en Brasil ya se han registrado más de 21 millones de contagios y más de 598.000 muertos. Bolsonaro es uno de los líderes mundiales más cuestionados por su gestión del covid-19, esto desató una investigación en el Congreso. Algunos de los testimonios frente a esta Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI), ya demostraron que hubo irregularidades en la gestión del gobierno. Uno de los casos que más complica a Bolsonaro es de las supuestas irregularidades en un contrato de compra de la vacuna india Covaxin, que nunca se llegó a concretar. La Corte Suprema abrió una investigación formal por el delito de prevaricato, con el argumento de que el presidente estaba enterado y no denunció lo que estaba sucediendo. A esto se sumo un pedido de impeachment en el Congreso, por parte de partidos políticos opositores que por el momento no prospera. Además, organismos de DD.HH como Amnistía Internacional catalogaron la negación, la omisión de datos y la falta de asistencia a los profesionales de la salud en medio de la crisis sanitaria y económica del país, como una violación a los derechos humanos. La pandemia tuvo efectos sociales devastadores. Hace algunos días una investigación periodística documentó las “filas del hambre”: en varias ciudades importantes del país, Río de Janeiro, entre ellas, se multiplican las personas en las puertas de las carnicerías que buscan los descartes de los huesos y las grasas. Entre 2018 y 2020 el número de personas que sufría inseguridad alimentaria grave en Brasil ascendió de 10,3 millones a 19,1 millones, en un país donde casi el 13 por ciento de la población, es decir, cerca de 27 millones de habitantes, están debajo de la línea de pobreza, y de esos 15 millones cayeron en la pobreza extrema (Fundación Getulio Vargas para el Diario Página 12). Todo esto se agrava por el hecho de que la canasta básica experimentó un aumento promedio de 30 por ciento en el último año, esto se sumó a la ya elevada inflación general. Un mapa desolador si se tiene en cuenta que, durante la presidencia de Lula, entre 2003 y 2010, alrededor de 30 millones de brasileños se elevaron por encima del umbral de la pobreza y se sumaron a la economía de mercado. Fue justamente esa lucha contra el hambre, uno de los pilares que permitió a Brasil tener reconocimiento internacional, hoy eso es historia. La imagen del gigante sudamericano se ha degradado, el gobierno de Bolsonaro está ubicado del lado de aquellos que fomentan las prácticas antidemocráticas como el expresidente Donald Trump o el húngaro Victor Orbán. El país no toma seriamente ninguna iniciativa multilateral e incluso tiene relaciones tensas con sus socios regionales. En síntesis, en sus mil días Bolsonaro ni siquiera han podido cumplir con las expectativas de quienes lo votaron. En el largo camino hacia las elecciones del 2022 habrá que ver hasta qué punto los sectores de poder que lo ayudaron a llegar a la presidencia lo siguen apoyando. La autora es argentina, politóloga y magister en periodismo.
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